Plaza de la revolución

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lunes, 28 de noviembre de 2016

Fidel Castro: un hombre convertido en millones

Por Adis López González

Santiago de Cuba, 28 nov.— Para algunos el destino de cada hombre está escrito en su camino. Para otros, cada persona se lo traza por sí mismo. No diré cuál de los dos preceptos es el certero, pero sí hablaré de alguien cuya innegable trascendencia en la Historia Universal se basa también en el mérito indudable de haber conducido los hilos de su vida por donde definió sería más útil en cada momento, y condujo con él a más de una generación de cubanos y cubanas, y hasta colaboradores solidarios e incondicionales de otras tierras.

No nació en cuna de oro, pero tampoco tenía necesidad alguna de pensar en los oprimidos y humildes, más allá de la propia necesidad de proyectar sus sentimientos, su humanismo y sensibilidad, su deber intrínseco de hacer lo justo.
Sus aptitudes como excelente observador, la educación que recibió, cuanta literatura leyó le hizo aprehenderse de una energía inagotable, como un motor gigante que arrastraba a muchos, contagiaba, incluso cuando algunos no entendían sus por qué. Nació así: había que seguirlo.

A estas alturas no pienso que alguien adjudique credibilidad alguna al malintencionado criterio de que más de una generación haya permanecido a su lado bajo opresión dictatorial. No hay tiranía alguna capaz de provocar los incontables momentos en que hombres y mujeres, de diversas épocas, demostraron su incondicional respaldo a sus ideas, su admiración infinita por este hombre capaz de ser intransigente en sus principios y, a la vez, subordinar cualquier interés personal al de la mayoría.

Por sólo citar algunos, bien pudiera recordar aquel asalto al Cuartel Moncada y a Abel diciéndole a su hermana “quien debe vivir es Fidel”, y como olvidar aquella expresión de Camilo en pleno juego, cuando al colocarlo en el equipo contrario dice que contra él ni en la pelota, o aquel quien escribió con su propia sangre el nombre de Fidel en las arenas de Playa Girón tras la invasión mercenaria. Inolvidable la carta de despedida del Ché, donde el Guerrillero Heroico lo describe e insta al pueblo a seguirlo y respaldarlo, o las imágenes de aquel discurso histórico en que bajo torrencial aguacero no hubo un santiaguero que saliera a guarecerse y permanecieron miles de personas en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales.

Recordemos en sus recorridos, visitas y participación en eventos internacionales la acogida masiva de los nativos de cualquier tierra visitada. Cuando se hable de la historia de las revoluciones habrá que hablar de él. De quien hizo una Revolución sin armas, sin dinero, contra una tiranía sangrienta que era apoyada por el gobierno más poderoso del planeta y que poseía todo un ejército bien pertrechado.

Fidel Castro demostró la superioridad de las ideas y sus fuerzas, tiene el mérito de haber hecho realidad los sueños de millones de personas y los suyos. Fidel honra la Historia de su Patria de manera pocas veces vistas y llevó a lugar cimero la importancia de ella para cualquier pueblo que quiera ser verdaderamente libre.

Nadie tenga la menor duda de que en la resistencia de René, Ramón, Gerardo, Antonio y Fernando está la fidelidad eterna a su invicto Comandante. Él enorgullece y honra a su pueblo como pocos, su pueblo le pertenece no porque alguien lo dicte, si no porque nosotros, desde lo más profundo de nuestros corazones amamos a ese hombre que es y será siempre motor impulsor de nuestras mejores causas, defensor de la paz y constructor de ella, soñador pero siempre presto a la acción, capaz de avizorar lo que la mayoría ni siquiera ha pensado, el primero en llegar si un ciclón decide causar estragos en la isla, el que siempre deja una huella imborrable por donde quiera que pasa, el de la palabra precisa y los preciados recuerdos.

Ya lo diría Raúl “Fidel es Fidel, es insustituible”.

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