Por Armando Fernández Martí
Santiago
de Cuba, 29 nov.— “Es gran gozo vivir entre hombres en la hora de su
grandeza”, dijo José Martí, y ese pensamiento se reafirma desde la noche
del pasado 25 de noviembre de 2016, cuando se informó al pueblo de Cuba
el fallecimiento del líder histórico de la Revolución, Comandante en
Jefe Fidel Castro Ruz.
Para los cubanos ese fue un momento
triste y difícil, aunque inevitable. Desde entonces hemos visto y
escuchado a través de la radio y la televisión a cubanos de distintas
generaciones hablar de Fidel, expresar el sentimiento que lo embarga
por su deceso y sobre todo, reafirmar que su ejemplo y sus ideas
seguirán vivas y nos acompañarán en los tiempos por venir de la patria
sean cuales sean.
Esa forma de ver y sentir a nuestro Comandante
en Jefe no es fanatismo ni pasión por el hombre, es el resultado de las
enseñanzas de las ideas que él sembró hace 63 años, aquel glorioso
amanecer del 26 de julio de 1953, cuando con un grupo de jóvenes intentó
tomar el cielo por asalto para cambiar los destinos de Cuba y darle a
este pueblo lo que Martí anheló: una patria con todos y para el bien de
todos.
Esas ideas martianas, aunque no triunfaron aquel 26 de
julio no murieron sino que fructificaron en otros empeños como los del
Granma y la Sierra Maestra, y aun después del triunfo, como en la lucha
contra bandidos, en Playa Girón, en la Crisis de Octubre, en las
misiones internacionalistas de Angola, Etiopía y otras naciones
africanas, o en aquellos como nuestros cinco héroes que lucharon y
defendieron la revolución en las mismas entrañas del monstruo imperial.
Cada
uno de esos hechos y de esos hombres tuvieron su generación, cada una
de esas generaciones tuvieron el altísimo privilegio de compartir su
tiempo con Fidel para hacer realidad sus sueños de justicia social, no
solo para Cuba sino también para cualquier país del mundo donde fuese
necesario un aliento o tender la mano amiga y solidaria de nuestra
revolución.
Esa es la razón por la cual todos sentimos la muerte
de Fidel, el niño, el adolescente, el joven, el adulto, el anciano,
hombre o mujer, de cualquier edad, de cualquier militancia política, de
cualquier religión y a todos los hemos visto hoy inclinar su frente
junto a la imagen del Comandante invicto en señal de respeto, de cariño y
de admiración, por lo mucho que él hizo por la patria y por la
humanidad, y por lo mucho que todavía hará con el valor de sus ideas.
Eso
nos trae al recuerdo, otro concepto de nuestro José Martí donde
expresa: “Quien en sí condensa un pueblo es digno de figurar a su
cabeza”, y Fidel siempre lo estará porque él nos dio patria, libertad y
dignidad por lo que tanto lucharon otros casi un siglo y medio.