Por Israel Hernández Planas
Santiago
de Cuba, 19 mar.— Ha ganado el santiaguero en sentido de pertenencia
por su ciudad. La cuida, la ennoblece y la admira. Es hoy Santiago de
Cuba una ciudad con iguales encantos desde su fecha fundacional pero con
aires de frescura donde lo novedoso surge hasta en lo que fuera una
esquina intrascendente en apariencia.
Hoy se ve a un santiaguero mucho más comprometido con la limpieza, el orden y el cuidado de la propiedad social.
Pero
en los últimos 20 años no siempre fue así. Ya había apuntado en algunos
trabajos periodísticos para televisión como la indolencia llegó a
entronizarse en la vida cotidiana de esta urbe durante algunos años.
El
llamado “Periodo Especial” contribuyó mucho a deteriorar el fondo
arquitectónico y los espacios públicos. Después sobrevinieron huracanes,
cuyos daños más palpables alcanzaron sobredimensión con el nefasto
Sandy de 2012. Pero, mucho antes del inolvidable meteoro ciertamente la
ciudad se encontraba muy poco acicalada. También la carencia de
materiales o la falta de voluntad de algunos organismos hicieron su
parte. Pero fueron los residentes en algún momento generadores del
problema, o al menos contribuyeron a ello en determinada medida. Según
la ciencia, ello pudo estar dado por la “Teoría de las Ventanas Rotas”.
Es
esta teoría un enfoque sociológico interesante que enlaza los
comportamientos humanos con el entorno donde viven. En 1969 el Profesor
Phillip Zimbardo de la universidad norteamericana de Stanford se dispuso
a demostrar dicha relación dejando dos autos similares abandonados en
la calle. Los vehículos tenían la misma marca, modelo e igual color. Uno
de ellos fue colocado en el Bronx, una zona pobre y conflictiva de
Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y segura de California.
Se dispuso entonces un equipo de sicólogos y sociólogos para estudiar
la conducta de las personas con relación a los autos.
Resultó que
el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser saqueado perdiendo en
pocas horas las llantas, el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo
aprovechable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio el
auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.
Según el estudio
llevado a cabo por los profesores de Stanford, “es muy común atribuir a
la pobreza las causas del delito”. Pero el equipo de sicólogos llevó la
investigación a un nivel superior. Cuando el auto abandonado en el
Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto ya llevaba intacto una
semana, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil ubicado en
la zona rica de Palo Alto.
El resultado fue que se desató el
mismo proceso que en el Bronx y el robo, la violencia y el vandalismo
redujeron el vehículo al mismo estado en que quedó el del barrio pobre.
¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario
supuestamente seguro era capaz de generar todo un proceso delictivo?
Aquí
no se trataba de pobreza. Evidentemente, era algo que tenía que ver con
la psicología humana y con las relaciones sociales. Fue quizás el caso
de Santiago de Cuba.
“Un vidrio roto en un auto abandonado
transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que
va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas,
de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufría el auto sin
que alguien se preocupara del mismo, reafirmaba y multiplicaba esa
idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se volvía
incontenible, desembocando en un descuido irracional”, dice el estudio.
Los
profesores James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron en
experimentos posteriores la "Teoría de las Ventanas Rotas", la misma que
desde un punto de vista criminológico, concluye que el delito es mayor
en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato
son mayores.
Si se rompe el vidrio de una ventana en un edificio y
nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás vidrios del
edificio. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto no parece
importarle a nadie, entonces allí se generará el desamor.
Sin
embargo es Santiago de Cuba una ciudad florecida en sus espacios
vitales. Un amplio movimiento para restaurar los sitios de la ciudad,
sus calles, avenidas, parques e inmuebles sumó a todo el pueblo
santiaguero e incidió en elevar el sentido de pertenencia.
Contribuyó
a ello una gran campaña desarrollada por los dirigentes políticos de la
provincia y varias instituciones en aras de afianzar los valores de la
ciudad en la conciencia de los santiagueros. Gracias a la ciudad en que
hoy vivimos Santiago de Cuba según se mire dista o es la refrendación de
aquello que plantea la teoría de “Las ventanas Rotas”.
No es un
secreto, si cuidamos compulsamos a los otros a cuidar. Es necesario
entonces mantener nuestra bella urbe con todos los vidrios intactos.