Plaza de la revolución

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lunes, 11 de abril de 2016

Desembarco de Martí por Playitas de Cajobabo


Desembarco de Martí por Playitas de Cajobabo  Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 11 abr.— “Yo evoqué la guerra. MI responsabilidad comienza con ella en vez de acabar”, dijo José Martí y para cumplir con ese principio en la noche del 11 de abril de 1895, hace hoy 121 años, desembarcó por Playitas de Cajobabo, en la región de Guantánamo, junto a Máximo Gómez y otros cuatro patriotas.

El último en abandonar el bote de remo que lo trajo a ese punto de la geografía cubana fue Martí, que después anotaría ese momento en su diario con una frase que lo dice todo: “Dicha grande”

Y debió ser así, porque para Martí nada era más importante que incorporarse a la guerra que él había evocado y que estalló en la isla desde el 24 de febrero de 1895.

En no pocas ocasiones, jefes de la talla de Máximo Gómez y Antonio Maceo trataron de disuadir a Martí para alejarlo de los campos de batalla, porque consideraban que él era más valioso en el exilio al frente del Partido Revolucionario Cubano, conductor de esta segunda gesta independentista.

Otros lo habían desacreditado señalando que era muy fácil hacer la guerra lejos del olor a pólvora y la muerte. A unos y otros Martí respondió: “La razón si quiere guiar, tiene que estar en la caballería y morir para que  le respeten los que saben morir”

Tras el desembarco por Playitas de Cajobabo el grupo de Máximo Gómez y José Martí, integrado también por los generales Francisco Borrero y Ángel Guerra, así como los oficiales Marco del Rosario y César Salas, no afrontó dificultades a no ser las propias de encontrarse en una zona desconocida e inhóspita.

Por esos días de principios de abril de 1895, las tropas españolas y los voluntarios a su servicio destacados en la región guantanamera se encontraban en la persecución del Mayor General Antonio Maceo y otra veintena de patriotas que habían desembarcado el día primero por Playa de Duaba, de ahí que hubiesen descuidado la vigilancia.

No obstante, encontrarse en una región insurrecta era un peligro. Martí lo sabía pero eso, ni la posibilidad de la muerte le hizo desistir del propósito de participar en la guerra que él había evocado señalando en tal sentido: “Mi último deseo será pegarme al último tronco, al último peleador. Morir callado. Para mí ya es hora”