Plaza de la revolución

Plaza de la revolución
Plaza de la revolución

viernes, 1 de julio de 2016

Julio, mes de gloria para Cuba

Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 1 jul.— para los cubanos julio es un mes de gloria porque su día 26 marca el inicio de la etapa final de una Revolución, que había estallado 84 años atrás en La Demajagua, cuando Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 dejó escuchar por primera vez el grito de Independencia o Muerte, comenzando la lucha contra el colonialismo español.

En esta primera gesta independentista se luchó por diez largos años, sin que se obtuviera el triunfo con la independencia de la nación, tras firmarse el 10 de febrero de 1878 el ominoso Pacto del Zanjón, porque algunos cubanos se habían cansado de luchar contra España y una parte importante de las fuerzas insurrectas se habían desmoralizado.

Sin embargo, ese indigno Pacto no significó la muerte de la Revolución, porque en Mangos de Baraguá, el general Antonio Maceo Grajales no aceptó lo acordado en el Zanjón porque no estaba de por medio la independencia de la nación dejándole bien claro al colonialismo español, que la Revolución proseguiría su lucha hasta la victoria final, hasta la consecución de su objetivo.

Aquel gesto del Titán de Bronce, sin dudas, salvó la Revolución y dejó abierto el camino para que 17 años después, el 14 de febrero de 1895, esta se reiniciara bajo la dirección del Partido Revolucionario Cubano creado por Martí, y el Manifiesto de Montecristi como programa.

En esta nueva oportunidad la lucha se prolongó por apenas tres años. Las muertes de José Martí y Antonio Maceo en este período fueron duros golpes para la Revolución cuyos ideales de justicia social y libertad se vieron nuevamente traicionados y humillados por la infamia de la intervención norteamericana a la isla, en 1898 y la instauración de una República, en 1902, ajena a los sueños por los cuales se había peleado durante más de 30 años.

Cabría preguntar: ¿Murió entonces la Revolución? Claro que no, porque durante los años de seudorepública, muchos hombres mantuvieron vivas sus llamas en medio de las más difíciles circunstancias contra los gobiernos despóticos y dictatoriales que sucedieron al de 1902.

Pero hacía falta una carga, como lo dijo Rubén Martínez Villena en uno de sus poemas y esa carga fue el 26 de Julio de 1953, cuando los jóvenes de la Generación del Centenario encabezados por el Dr. Fidel Castro Ruz reiniciaron la lucha, con los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, haciendo realidad el grito de Independencia o Muerte el primer día de enero de 1959.

Hoy comienza julio de 2008 y estamos a las puertas del Aniversario 57 de aquella madrugada heroica en Santiago de Cuba. El tiempo transcurrido ha confirmado lo que un día expresara el Comandante en Jefe Fidel Castro: "El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victoria. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Nos mostró el valor de la doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y del tesón en los propósitos justos". Son palabras que hoy mantienen toda su vigencia.

Cuba y la nacionaización de las compañías petroleras


Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 1 jul.— En un acto de absoluta soberanía y en defensa de los intereses económicos del país, el primero de  julio de 1960, hace hoy 56 años, mediante la Ley 891, el Gobierno revolucionario de Cuba decretó la nacionalización de las compañías petroleras ESSO de propiedad norteamericana y la Shell, inglesa, radicadas en La Habana y que se habían negado a refinar el crudo procedente de la Unión Soviética, al igual que la Texaco, de Santiago de Cuba, también estadounidense, que fue nacionalizada dos días antes, el 28 de junio por igual motivo.

Esas refinerías petroleras ya desde mayo de MIL 960 habían suspendido la importación de hidrocarburos hacia Cuba, con el propósito de paralizar la economía del país por lo que la nación caribeña se vio precisada a contratar petróleo soviético para evitar un caos interno.

Sin embargo, las refinerías norteamericanas Esso y Texaco y la inglesa Shell, acatando órdenes de Washington se negaron a procesar el crudo procedente de la Unión Soviética, dando origen a la crisis que provocó la nacionalización de esas industrias.

Con esa negativa esas subsidiarias de los consorcios norteamericanos e inglés, violaron la Ley Cubana de Minerales y Combustibles, promulgada en 1938, la cual establecía la obligatoriedad de esas entidades a refinar el crudo que el estado caribeño le suministrara, independientemente de su procedencia.

En esta ocasión puede decirse que al imperio le salió el tiro por la culata, porque a su intento de paralizar la economía de la isla por falta de combustible el estado cubano respondió nacionalizando esas industrias, que prosiguieron su labor en manos de los trabajadores, a pesar de que al retirarse de Cuba, las tres entidades se llevaron sus ingenieros y técnicos con el propósito de que no pudieran continuar procesando el combustible necesario.

Fue ese uno de los tantos intentos del imperio yanqui por doblegar a Cuba y su Revolución, lo cual no pudieron lograr gracias al empeño de nuestro pueblo de mantener su soberanía y defenderla al costo necesario.