Por Aída Quintero Dip
Santiago de
Cuba, 24 jun.— Un ambiente patriótico, de historia viva, rodeó desde la
cuna a la santiaguera Martha Hernández Cobas, quien residía frente a la
casa de los hermanos Marañón, mártires de la Revolución; su padre era
miembro del Movimiento 26 de Julio y el abuelo del Partido Socialista
Popular.
Tal simiente resultó vital en su
formación, su primera escuela que justifica la predilección por la
carrera de Historia que cursó en la Universidad de Oriente, desde donde
egresó en 1981 para convertirse en una reconocida profesional.
Su
hermana María Isabel se había graduado de esa especialidad en el
pedagógico y ella quería seguirle los pasos, a pesar del deseo de su
madre de que estudiara Medicina, rama que escogió la otra hermana,
entonces la familia quedó complacida.
Al morir su progenitor,
siendo ella una niña, los domingos visitaban asiduamente el cementerio
Santa Ifigenia a ponerle flores como expresión de respeto y cariño; y
así comenzó Martha a venerar a José Martí, Carlos Manuel de Céspedes,
Mariana Grajales y otros tantos patriotas y héroes que atesora el
camposanto.
Cuando se estrena en la vida laboral no se vincula a
la historia, la ubican en la Casa de la Cultura de Siboney, pero al
reencontrarse con una colega de estudios, esta le enseñó el camino para
integrarse como especialista al equipo del museo del carnaval, que
dirigía el destacado intelectual Joel James.
“Llegué a ser
directora de la institución y me entregué con ímpetu al fascinante mundo
de la historia mediante diversos cursos de posgrado y de museología,
que me dieron una formación tremenda para trabajar con el público, hasta
que empecé a dirigir el Centro Provincial de Patrimonio.
“Tuve
la gran posibilidad de desempeñarme al lado de Arturo Duque de Estrada,
quien presidía la Comisión provincial de Monumentos, un hombre
sensible, amante de la misma historia que hizo con su coraje; fue el
secretario de Frank País en tiempos de la lucha clandestina, y yo
aprendí tanto de él que le agradecí siempre.
“Otro
nombre imprescindible en mi vida es Angélica Miyares Ruiz, quien me
inculcó el rigor en la investigación histórica, preocupada por la
superación constante, una forjadora de valores, de la ética, la
conducta, el conocimiento y hasta del porte y aspecto”.
A
Martha la reconocen hoy como una apasionada amante de la historia
Patria, que la domina al dedillo, con una capacidad innata de transmitir
emoción cuando rememora o explica acerca de hechos y personajes que
dieron gloria a la nación.
“En mi condición de especialista de
la Oficina del Conservador de la Ciudad soy una de las guías del
cementerio Santa Ifigenia, un privilegio que me ha permitido atender a
personalidades y delegaciones de alto nivel que van a rendir tributo a
nuestros muertos amados.
“Yo siento un amor muy grande por ese
sitio sagrado, si nosotros no cuidamos a nuestros muertos, si no
perpetuamos su legado, ¿quién lo va a hacer?”, se pregunta Martha
convencida de la trascendencia de su labor.
Hay momentos que la
han marcado como 1995, centenario de la caída en combate de José Martí,
cuando se hace la primera restauración capital del mausoleo que atesora
sus restos; y la realización del nuevo guión museográfico y museológico
del museo Emilio Bacardí, primero fundado en Cuba, tras varios años
cerrado.
Otros hechos que recuerda en sus 20 años de faena
relacionada con el patrimonio funerario es la identificación de personas
enterradas, de las cuales no había documentos por lo que hubo que
buscar a forenses y familiares para colocarlas en sitios destacados,
como es el caso del trovador y compositor prolífero Antonio Fernández
Ortiz, Ñico Saquito.
“Y cuando se estaba haciendo el Sendero de
los trovadores y restauraban las tumbas de Pepe Sánchez, Ñico Saquito,
Miguel Matamoros y Emiliano Blez tuve la posibilidad de intercambiar
varias veces con el Comandante de la Revolución Juan Almeida, me
impregnó su sensibilidad, preocupado por mejorar el cementerio, y la
vida y condiciones de los trabajadores.
“La última visita del
Comandante en Jefe en 2006 la tengo grabada en mi corazón, lo acompañaba
Ignacio Ramonet que preparaba su libro Cien horas con Fidel; nunca
pensé que un día tendría el doloroso deber y privilegio de hablar del
gran significado de su vida y de su obra desde el modesto monolito que
guarda sus cenizas”, refiere la historiadora con emoción.
Ella
guarda con celo el testimonio más reciente: la visita de Rafael Correa,
ex presidente de Ecuador, quien tras el homenaje a dos de los padres
fundadores de la nación cubana: Martí y Fidel, quiso quedarse solo unos
15 minutos para que le explicara más detalles de ese altar de la Patria,
de ese museo a cielo abierto.
“El tiempo transcurrió y se
convirtió en una hora, Correa quería saber más y más del sagrado lugar,
estaba impresionado. Fue a la tumba de Frank, a la de Compay Segundo y
me confesó que amaba los cementerios porque nació al lado del de
Guayaquil, allí jugaba desde muchacho y después iba a rendir tributo a
familiares y amigos”.
Martha ha representado a Cuba en eventos
de la red de cementerios patrimoniales latinoamericanos en Perú,
Colombia y México, donde han cautivado sus exposiciones del camposanto
santiaguero que con mucho orgullo ha defendido y divulgado más allá de
las fronteras nacionales.