Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 1 jul.— En un acto de absoluta soberanía y en defensa de los intereses económicos del país, el primero de julio de 1960, hace hoy 56 años, mediante la Ley 891, el Gobierno revolucionario de Cuba decretó la nacionalización de las compañías petroleras ESSO de propiedad norteamericana y la Shell, inglesa, radicadas en La Habana y que se habían negado a refinar el crudo procedente de la Unión Soviética, al igual que la Texaco, de Santiago de Cuba, también estadounidense, que fue nacionalizada dos días antes, el 28 de junio por igual motivo.
Santiago de Cuba, 1 jul.— En un acto de absoluta soberanía y en defensa de los intereses económicos del país, el primero de julio de 1960, hace hoy 56 años, mediante la Ley 891, el Gobierno revolucionario de Cuba decretó la nacionalización de las compañías petroleras ESSO de propiedad norteamericana y la Shell, inglesa, radicadas en La Habana y que se habían negado a refinar el crudo procedente de la Unión Soviética, al igual que la Texaco, de Santiago de Cuba, también estadounidense, que fue nacionalizada dos días antes, el 28 de junio por igual motivo.
Esas refinerías petroleras ya desde mayo
de MIL 960 habían suspendido la importación de hidrocarburos hacia
Cuba, con el propósito de paralizar la economía del país por lo que la
nación caribeña se vio precisada a contratar petróleo soviético para
evitar un caos interno.
Sin embargo, las refinerías norteamericanas Esso y Texaco y la inglesa Shell, acatando órdenes de Washington se negaron a procesar el crudo procedente de la Unión Soviética, dando origen a la crisis que provocó la nacionalización de esas industrias.
Con esa negativa esas subsidiarias de los consorcios norteamericanos e inglés, violaron la Ley Cubana de Minerales y Combustibles, promulgada en 1938, la cual establecía la obligatoriedad de esas entidades a refinar el crudo que el estado caribeño le suministrara, independientemente de su procedencia.
En esta ocasión puede decirse que al imperio le salió el tiro por la culata, porque a su intento de paralizar la economía de la isla por falta de combustible el estado cubano respondió nacionalizando esas industrias, que prosiguieron su labor en manos de los trabajadores, a pesar de que al retirarse de Cuba, las tres entidades se llevaron sus ingenieros y técnicos con el propósito de que no pudieran continuar procesando el combustible necesario.
Fue ese uno de los tantos intentos del imperio yanqui por doblegar a Cuba y su Revolución, lo cual no pudieron lograr gracias al empeño de nuestro pueblo de mantener su soberanía y defenderla al costo necesario.
Sin embargo, las refinerías norteamericanas Esso y Texaco y la inglesa Shell, acatando órdenes de Washington se negaron a procesar el crudo procedente de la Unión Soviética, dando origen a la crisis que provocó la nacionalización de esas industrias.
Con esa negativa esas subsidiarias de los consorcios norteamericanos e inglés, violaron la Ley Cubana de Minerales y Combustibles, promulgada en 1938, la cual establecía la obligatoriedad de esas entidades a refinar el crudo que el estado caribeño le suministrara, independientemente de su procedencia.
En esta ocasión puede decirse que al imperio le salió el tiro por la culata, porque a su intento de paralizar la economía de la isla por falta de combustible el estado cubano respondió nacionalizando esas industrias, que prosiguieron su labor en manos de los trabajadores, a pesar de que al retirarse de Cuba, las tres entidades se llevaron sus ingenieros y técnicos con el propósito de que no pudieran continuar procesando el combustible necesario.
Fue ese uno de los tantos intentos del imperio yanqui por doblegar a Cuba y su Revolución, lo cual no pudieron lograr gracias al empeño de nuestro pueblo de mantener su soberanía y defenderla al costo necesario.
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