Plaza de la revolución

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viernes, 12 de agosto de 2016

De valores e identidad, Palma Soriano

Por Dairon O. Caballero Heredia
   
Palma Soriano, Santiago de Cuba, 12 ago.— Las ciudades de la mayor isla de las Antillas son parte de ese rostro de Cuba que llena los ojos de los que aún, por muchos motivos, se deslumbran con su hermosura.
De ahí que Palma Soriano, una tierra de leyendas e historia dignas de admirar, necesite más del buen comportamiento y educación de su gente para que cada palmero pueda enorgullecerse de lo que tiene para mostrar.

Lo que ocurre es que una ciudad depende tanto de sus valores materiales como de ese patrimonio espiritual y cultural que nos hace civilizados.

Y debe evitarse que peligre esa condición, sobre todo, cuando andas por las calles y encuentras conductas negativas que van desde una cola sin respetar el orden, mujeres embarazadas de pie en una guagua, la demora o poca calidad en diferentes áreas de servicios hasta la violencia física; verdaderos golpes al espíritu que son tan dañinos como los corporales.

Es imposible, por lo tanto, pensar y hacer el futuro de este pueblo sin los “buenos días”, “el permiso”, “por favor”, “en que le puedo servir”, “adelante pase usted”... ¿Por dónde andarán esas y otras tantas expresiones que dignifican al ser humano? ¿Será posible volver a escucharlas sin intermitencias?

Si se cumpliera el dicho popular “no haga lo que no te gusta que hagan”, muchas cosas serían diferentes. ¿Quién no desearía que fueran caballerosos con su abuelita y le brindaran una ayuda cuando la necesite? Hoy muchos deberían no solo tararear la canción infantil de Mirta Aguirre “Limón Limonero” sino también convertirla en parte del andar diario en el municipio.

Queda claro entonces, ser educados y solidarios son vendas para las heridas que atentan contra nuestros más ricos valores como palmeros y cubanos, pues las acciones de las personas son el reflejo de su desarrollo, costumbres y hábitos de vida que devienen luego en una herencia que pasa de una generación a la otra. Y en este sentido la virtud de transformar siempre para bien debe radicar en la fuerza y disposición de quienes pueden hacerlo realidad: nosotros mismos.

Es cierto, Palma Soriano ya no es la misma de antes. Resulta lógico, todo cambia. Pero es imprescindible que ese cambio sea motivo de satisfacción y no de rechazo.

Evidentemente el reto subsiste en la voluntad de mejorar. Y esa, depende de cada uno de los habitantes de la tierra del Cauto, para que no se extrañe la ciudad que fue sino que se viva y se disfrute la que se puede y debe ser construida hoy. 

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