Por Gretchen Gómez González
Santiago de Cuba, 7 ago.— Agosto es un mes en que late el recuerdo de Doña Rosario García Calviño, la madre de Frank y Josué País. En estos días se conmemora el aniversario de su natalicio y muerte. Se recuerda en la tierra que la acogió como suya, Santiago de Cuba.
Conocer a una madre espartana, como la llamara Fidel, es la oportunidad que facilita este mes la Casa Museo Frank País García. La exposición: “Doña Rosario mujer insigne de la Revolución Cubana”, es el homenaje de la Dirección de Patrimonio y la Federación de Mujeres Cubanas en la provincia.
Se recorren 77 años de vida revolucionaria, de amor por la patria que quiso más que a su natal España. La Doña, como le decían, quedó viuda con solo 40 años y tres pequeños hijos varones.
Margelis Carrera Trutié, especialista de la Casa Museo Frank País cuenta que ella decía que en la casa tenía que haber orden, por eso crió a sus hijos bajo los principios más recios de la responsabilidad y el amor al trabajo. Así crecieron, muy pulcros y honestos.
Conociendo los riesgos, Rosario apoyaba la lucha de sus hijos. La especialista rememora: “Decía que se hacía la chiva con tonteras, porque ella sabía que en el cuarto de Frank País se conspiraba para derrocar al sistema imperante”.
Cuando perdió a Josué y a Frank no permitió lágrimas. Recuerda Carrera Trituié: “Acompañó en peregrinación el cadáver de Josué y llegó hasta el camposanto sin derramar una lágrima, sólo dio la orden de que le destaparan el féretro para que Josué viera al pueblo del Santiago de Cuba rendirle homenaje. Treinta días después pierde a su hijo Frank y entonces le impone a todas las combatientes, incluyendo a América Domitro, su novia, que no podía llorar porque Frank había muerto como él había deseado”.
Fue “como una madre para muchos”, afirma Juan Luis Nápoles Valiente, vecino de la calle San Bartolomé: “Era una persona muy amante de los demás y fundamentalmente de los niños de la barriada. Hablaba con las madres para que los mandaran a la escuela. Ella vivía con esa mortificación, fundamentalmente de los niños desposeídos”.
En el barrio del Tivolí, a donde se mudó después del triunfo de la Revolución, aún se recuerda el coro y los juegos infantiles que organizó, así como las numerosas visitas y homenajes que recibió, como una sentida carta que le dirigieran militares cubanos.
Las fotografías de esta recomendable exposición son instantes de historias que muestran un honroso camino a nuevos protagonistas.
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