Plaza de la revolución

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miércoles, 7 de febrero de 2018

Ana Betancourt: Proclamó la redención de la mujer cubana

Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 7 feb.— Cuentan que en el oscuro y frío atardecer del 7 de febrero de 1901, en Madrid, España, cerró sus ojos para siempre la insigne patriota camagüeyana Ana Betancourt,  pionera de la emancipación de la mujer en Cuba y a quien la historia estará siempre obligada a recordar.

Había nacido en diciembre de 1932, en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, se casó a los 22 años de edad con Ignacio Mora, uno de los primeros camagüeyanos en abrazar la lucha independentista, a quien unos meses después se le incorporaría la esposa, perseguida por los españoles dada su colaboración por a causa.

En Guáimaro, el 14 de abril de 1969, durante la Asamblea Constituyente que proclamó la República en Armas y su primera Constitución, se escuchó la oratoria vibrante de Ana Betancourt para decir: "La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar espera paciente y resignada esta hora hermosa en que una Revolución nueva rompa su yugo y le desate las alas (…) ¡Llegó el momento de libertar a la mujer!"

Carlos Manuel de Céspedes presente en esa reunión comentó admirado cómo aquella mujer se había ganado un lugar en la historia, porque adelantándose a su siglo, había pedido en Cuba la emancipación de la mujer.

Después del incendio de Guáimaro, el matrimonio marchó a  la manigua y fue hecho prisionero en julio de 1871, pero una estratagema de Ana permitió que el esposo escapara. Entonces las autoridades coloniales le propusieron a la mujer que escribiera a Ignacio para que se entregara, a lo que la heroína camagüeyana respondió: "Prefiero ser la viuda de un hombre de honor, que la esposa de un hombre sin dignidad y mancillado".

Días después Ana Betancourt logró escapar de la prisión escondiéndose en La Habana, donde fue detestada y obligada al destierro. Viajó por varios países, sufrió privaciones y conoció de la muerte de su marido Ignacio Mora, fusilado por los españoles. Se asentó finalmente en Madrid donde falleció el 7 de febrero de 1901 lejos de su patria, en esos momentos intervenida por Estados Unidos país al que ella llamó un día: "Los perros yanquis que nos hacen todo el mal que pueden".

Por gestión de Celia Sánchez Manduley, en 1968 los restos de Ana Betancourt fueron trasladados a Cuba y depositados en el Panteón de las Fuerzas Armadas en el cementerio habanero. Desde el 10 de abril de 1982, descansan para siempre en un mausoleo erigido en la ciudad de Camagüey que la vio nacer y crecer para la historia.

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