Plaza de la revolución

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jueves, 4 de agosto de 2016

Develan escultura del popular personaje de Santiago de Cuba

Por Leydis Tassé Magaña/Fotos Miguel Rubiera Jústiz

Santiago de Cuba, 4 ago.— Una escultura dedicada a Emilio Benavides Puentes, apodado El diablo rojo, se develó en la ciudad de Santiago de Cuba, en homenaje a quien fuera uno de los personajes populares más queridos en esta urbe, especialmente por los niños.

Gledis Benavides y Odilza Bosque, hija y nieta de Benavides Puentes, respectivamente, presentaron la obra, ubicada en la avenida 24 de febrero, la reconocida Trocha.
   
En esa arteria la carismática figura, con uniforme de miliciano y patines, de forma espontánea, regulaba el tránsito cuando los infantes se dirigían hacia la escuela Armando García, de esa comunidad, y regresaban.
   
Mi padre fue un ejemplo para todos por su amor y dedicación cada vez que salía a la calle a interactuar con los pequeños y a facilitarles el paso cuando iban a estudiar, incluso ya anciano, resaltó Gledis Benavides.  
   
Julio César Carmenate Laugart, autor del monumento, dijo que fue un honor emprender ese proyecto, que perpetúa en las nuevas generaciones y en quienes lo conocieron el recuerdo de un hombre humilde, sencillo y de pueblo, que vivió para servir a los demás, y al cual tuvo el privilegio de conocer.
  
La escultura mide dos metros, pesa alrededor de 300 Kilogramos y fue realizada con la técnica fundición en cobre a la arena, detalló.
  
A la actividad asistieron Lázaro Expósito Canto, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y primer secretario de esa organización política en la provincia de Santiago de Cuba, Beatriz Jhonson Urrutia, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, y vecinos de la barriada.
  
Nacido el seis de octubre de 1901 y fallecido el 22 de febrero de 1995 en la urbe santiaguera, Emilio Benavides Puentes tuvo entre sus hazañas cinco viajes sobre patines entre La Habana y la provincia de Santiago de Cuba, uno de los cuales duró siete días y tres horas.
 
Con las piernas en semi-cuclillas y los brazos extendidos, un silbato de cartero y bastón de policía, el octogenario detenía a los automóviles para que los niños pasaran, y fue también reconocido por sus impresionantes piruetas y coreografías con los patines.

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