Por Coral Vázquez PeñaSantiago de Cuba, 1 ago.— Cuentan que no había juego o canción infantil que Doña Rosario no promoviera su expansión por toda la zona de El Tivolí, en el corazón mismo de esta ciudad cubana, donde residió los últimos años de su vida.
Cuentan también que para niñas y niños
reservó su mejor sonrisa y los mejores deseos de realizar sus sueños,
esos que eran también los de sus hijos.
El primero de agosto de 1899 nace en la bahía de Marín, provincia Pontevedra en España Doña Rosario García Calviño, madre de los mártires Frank y Josué País García a quienes apoyó en la lucha por la liberación.
Madre, mujer, patriota son cualidades que se resumen en Doña Rosario quien sintió el hondo y eterno dolor de ver morir a sus hijos, primero su más pequeño tesoro, su Josué y un mes después a su primogénito, su Frank.
No flaqueó, no murió de dolor ni de pena y mucho menos se arrepintió de la educación que dio a sus hijos.
A partir del primero de enero de 1959 Frank y Josué se multiplicaron en cada niño y niña que a ella se acercó.
Por eso hoy recordamos no sólo a la madre de Frank y Josué sino a la mujer que no se amilanó y se desbordó en muestras de cariño y afecto en una hermosa labor en la comunidad de El Tivolí en el corazón mismo de Santiago de Cuba, donde residió los últimos años de su vida.
El primero de agosto de 1899 nace en la bahía de Marín, provincia Pontevedra en España Doña Rosario García Calviño, madre de los mártires Frank y Josué País García a quienes apoyó en la lucha por la liberación.
Madre, mujer, patriota son cualidades que se resumen en Doña Rosario quien sintió el hondo y eterno dolor de ver morir a sus hijos, primero su más pequeño tesoro, su Josué y un mes después a su primogénito, su Frank.
No flaqueó, no murió de dolor ni de pena y mucho menos se arrepintió de la educación que dio a sus hijos.
A partir del primero de enero de 1959 Frank y Josué se multiplicaron en cada niño y niña que a ella se acercó.
Por eso hoy recordamos no sólo a la madre de Frank y Josué sino a la mujer que no se amilanó y se desbordó en muestras de cariño y afecto en una hermosa labor en la comunidad de El Tivolí en el corazón mismo de Santiago de Cuba, donde residió los últimos años de su vida.
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