Pensar como País, no ser indiferente, tomar partido, asumir el rol que corresponde, es el concepto de Revolución que nos dejó en herencia el Líder Histórico de la Revolución Cubana. Pensar como País es lo que nos permite afirmar que “SOMOS CUBA”
Por Adis López González
Santiago de Cuba, 25 sep.— Quizás en concepto, la idea no sea nueva. Pues si analizamos detenidamente, existen precedentes históricos, donde en diversos momentos del proceso revolucionario cubano, el pensamiento de sentirnos como familia, de preservar la unidad en torno a un objetivo común, fue lo que nos condujo a victorias.
Así mismo, existen ejemplos, de lo contrario. Como la falta de unidad y no pensar en el bien mayor, nos arrebató momentos que, de una u otra forma, retrasaron importantes éxitos, aún cuando sirvieron de experiencia para hacer mejor posteriores tareas: la Asamblea de Guáimaro, el Pacto del Zanjón, pueden bien ejemplificarlo.
Cada etapa fue aportando enseñanzas hasta convertir nuestra unidad en el arma más poderosa para emprender cada batalla. Es esa una de nuestras mayores fortalezas. Apostar por ella, es votar por la nación, por la soberanía, la independencia, el derecho a la autodeterminación.
No creemos sea fácil. Pero la diversidad de criterios puede ser más favorable que perjudicial. Permite incluso la representatividad de cada sector y su oportunidad de sentirse comprometidos con hacer para participar plenamente. Nuestra nueva Constitución es un excepcional ejemplo.
Que señalemos aquellos detalles que no consideremos apropiados también es necesario. Reconocer el problema implica un imprescindible paso para solucionarlo.
Debemos aspirar entonces, a encontrar ese equilibrio, lejos de hipercriticismos, pero igual de lejano de las complacencias. En igualdad de derechos y oportunidades, pero también prescindir del injusto igualitarismo.
Se trata de dejar atrás las manifestaciones egoístas y trabajar para la sociedad, sentirla nuestra. Cuidar la economía del país, hacer uso racional de cada recurso, tal y como cuidamos en nuestros hogares mes tras mes.
Debemos asumir la propiedad social y los bienes del Estado con responsabilidad.
Los recursos materiales son necesarios, no se construyen viviendas con valores y emociones. Pero, teniendo los recursos y sin valores tampoco resolvemos el problema, pues no los usamos adecuadamente, los beneficiados no se sienten satisfechos, las chapucerías y malas terminaciones no hablan bien de lo que somos como personas, como obreros. Debemos tratarnos con respeto, con hermandad, los servicios con excelentes fachadas y mala forma crean aún más insatisfacción.
Encausemos nuestras opiniones por el camino correcto, en la forma adecuada. Despojémonos de la mala actitud, de ver sólo el lunar negro. Brindemos cada uno nuestra luz, nuestro talento, el mejor deseo, la mejor intención, el mayor esfuerzo. Concentrémonos en nosotros mismos y dejemos a cada cual con su conciencia y sus deberes, con sus maneras de hacer.
Sumemos a todos, no discriminemos, liberémonos de prejuicios y demostremos nuestra educación en el respeto cotidiano. Encontremos la manera de convivir en paz, en armonía, miremos hacia una misma dirección desde cada perspectiva.
Que la familia desempeñe su verdadero rol, para que el Estado cumpla el suyo. Si de cada hogar, resultan mejores hombres y mujeres, en nuestras aulas, en los centros de trabajo, en las calles, en los espacios comunes, construiremos una gran familia, compuesta por hogares, industrias, instituciones, por personas que se equivocan y rectifican, porque siempre prefieren hacer, sin temor al juicio sobre ellos, y no son espectadores de la vida en el ejercicio crítico sobre el que crea su sueño, lo moldea, lo realiza.
Eso es Pensar como País, no ser indiferente, tomar partido, asumir el rol que corresponde, es el concepto de Revolución que nos dejó en herencia el Líder Histórico de la Revolución Cubana. Pensar como País es lo que nos permite afirmar que “SOMOS CUBA”.
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