Por Gretchen Gómez González
Santiago de Cuba, 18 ago.— No se imaginaría bien la acción del Moncada si no se hubieran reconstruido sus muros. Para ubicarse en los sucesos del 26 de julio de 1953, es recomendable la visita a los museos Granjita Siboney y al Parque Museo Abel Santamaría. De ahí que los amantes de la historia mucho agradecen a hombres como Antonio Duque de Estrada y Riera, quien encabezó la preservación de este patrimonio.
Duque fue un maestro que quiso ser ingeniero, y realizó su sueño cuando tuvo a su cargo la creación de las casas museos de Frank País, de Céspedes, de José María Heredia y de Antonio Maceo; el Museo de la Lucha Clandestina, el del II Frente Oriental, el de Historia Natural Tomás Romay, el Parque Histórico la Demajagua, el Museo del Carnaval y el Museo la Isabelica.
Como Presidente de la Administración Regional y creador de la Oficina Técnica para el rescate y conservación del casco histórico construyó múltiples lugares de la ciudad santiaguera.
Pero Duque, siempre de guayabera, como se le recuerda en el Museo de la Lucha Clandestina, era ante todo un revolucionario. A él iba dirigido el telegrama de Fidel dando la orden del alzamiento de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956.
Por eso cuando lo evocaron esta mañana en este mismo museo, amigos y compañeros mencionaron su carácter.
Fue esta una convocatoria de la Filial Provincial de la Unión de Historiadores de Cuba, la Dirección de Patrimonio y el Museo de la Lucha Clandestina en ocasión del 90 cumpleaños de Antonio Duque de Estrada y Riera, destacado revolucionario cubano.
Los participantes rememoraron sus mañas de estudiante para enamorar a Magdalena, su esposa; su lucha junto a Celia Sánchez para que los negros pudieran ser dependientes en los bancos, y su desvelo por atender a las madres de los combatientes.
Magdalena recibió el agasajo de la Dirección Provincial de Patrimonio, como tributo, a quien es uno de los imprescindibles.
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