Plaza de la revolución

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domingo, 18 de febrero de 2018

Perucho, hoy la Patria te contempla orgullosa

Por Maite Rizo Cedeño

"Danos la letra Perucho, danos la letra", cuentan que le decía el pueblo efervescente en medio de la plaza el 20 de octubre de 1868; y él, a caballo, leyó aquellas líneas cargadas de amor patrio.
  
Así recuerda casi toda Cuba a Pedro (Perucho) Felipe Figueredo Cisneros, una de las figuras  cimeras del siglo XIX cubano, y Bayamo tiene el privilegio de haber sido su madre primera, tierra donde nació y vivió.
     
EL PRINCIPIO DE LA HISTORIA
  
Nació en una familia rica, que tenía entre sus posesiones, ingenios y trapiches azucareros, crías de caballos y ganado vacuno, grandes extensiones de tierra dedicadas a los cultivos varios, vegas de tabaco…
   
Su condición social le permitió estudiar hasta el nivel superior, posibilidad vedada para los más humildes en la primera mitad del siglo XIX, según refiere Aldo Daniel Naranjo, presidente de la Asociación de Historiadores de Cuba en Granma.
  
“Matriculó en los dos colegios más importantes de Bayamo, en los cuales aprendió disímiles materias y adquirió un perfecto dominio del latín", refiere el investigador.
  
Luego, partió hacia La Habana para realizar el bachillerato en Filosofía en el Colegio El Salvador, el cual era dirigido por Don José de la Luz y Caballero, considerado como uno de los más fervientes defensores de la nacionalidad cubana.
  
Naranjo, quien ha estudiado por varios años la figura de los patricios bayameses, manifiesta que en su estancia en la capital, Perucho conoció e intercambió con un selecto grupo de jóvenes de diferentes regiones del país, entre los cuales se distinguió por la singularidad de su carácter y su dedicación a los estudios.
 
Amigos y colegas le apodaron “el gallito bayamés”; las explicaciones sobran, pues Perucho Figueredo traía en las venas el ímpetu de su pueblo. “Luego fue a estudiar a la Universidad de La Habana, en la cual se graduó en Derecho con calificaciones y valoraciones excelentes de sus profesores", señala Naranjo.

ANTES DE CONVERTIRSE EN HÉROE

Perucho Figueredo se convierte en un joven popular en la Universidad, declamaba poemas, hacía composiciones, tocaba el piano, en fin, era un talento.
  
“Al punto que el extraordinario poeta matancero José Jacinto Milanés, le dedicó un poema en 1835, en el cual resalta las dotes intelectuales sobresalientes del hijo de Bayamo, acción que revela la magnitud de Perucho”, destaca el historiador.
  
Sus estudios culminaron en España, como solían hacerlo los hijos de familias poderosas, y luego recorrió varios países de la culta Europa.  
A Bayamo regresa en noviembre de 1844, reaviva su compromiso con Isabel Vázquez y Moreno, hermana de la famosa inspiradora de la canción La Bayamesa, y al año siguiente contrae matrimonio.
  
Perucho se dedicó a la abogacía, pero también a la política, porque soñaba con cambios en su urbe natal, de vida monótona y carente de instituciones culturales.
  
Junto a la vanguardia de su generación, creó un periódico, un templete, el Teatro Bayamo, y agrupaciones musicales como la del maestro Manuel Muñoz Cedeño, quien pocos años después sería el orquestador del Himno de Bayamo.
  
Entre sus mayores logros como intelectual está la local Sociedad Filarmónica, institución a la cual cuando regresó de España, le insertaron secciones de ajedrez, teatro, música y declamación, las dos últimas dirigidas por él.
  
“En ese período Perucho comenzó a ganar el reconocimiento y el respeto de su pueblo, en gran medida por la destreza con que cultivaba las manifestaciones artísticas”, señaló Naranjo.
  
“En la ciudad se estrenaron obras de Alejandro Dumas, dramaturgo francés, y de Gertrudis Gómez de Avellaneda, muestra de las inquietudes de los intelectuales bayameses, quienes también soñaban con una patria libre y soberana”, agrega.
  
Pedro Figueredo fue uno de los horcones de ese movimiento patriótico y revolucionario en Bayamo, cuna de la Nacionalidad Cubana.
  
Integró el Comité Revolucionario creado en 1867, cuyos miembros le pidieron que compusiera la Marsellesa cubana, un canto que como el himno de los franceses avivara el sentimiento independentista de los patriotas. Perucho se sentó al piano y al unísono creó la letra y la explosiva música, que se da a conocer primero con el pretexto de alabar a Dios.
  
Cuando conoce del alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en Demajagua, a quien lo unía una estrecha relación de amistad, exclamó “¡Yo me uniré a Céspedes y con él iré a la gloria o al cadalso!”, y exactamente así ocurrió.
  
Por sus méritos en la gestación del proceso independentista, fue nombrado Teniente General y Jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador, y de esa forma participó en la organización de la toma de la ciudad de Bayamo, la única liberada en la guerra de los Diez Años.
  
Aquel 20 de octubre, en medio de la plaza, rodeado de un pueblo que decía enardecido: “Danos la letra…”, Perucho, dio a conocer aquellas líneas llenas de complicidad de:  “Al combate corred bayameses que la patria os contempla orgullosa…”
  
El gallito bayamés fue uno de esos hombres que hicieron posible hace 150 años una Revolución, a la cual le aportó la inmortalidad del Himno de Bayamo, devenido Himno Nacional, con una profunda idea de que la patria agradecida contemplaría orgullosa la entrega desprendida de sus hijos.

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