Plaza de la revolución

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miércoles, 9 de agosto de 2017

Nagasaki, víctima de la bomba atómica a la sombra de Hiroshima

Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 9 ago.— En las postrimerías del Siglo XIX el Héroe Nacional Cubano José Martí, hizo la siguiente reflexión: “¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?

Pero lamentablemente para el mundo, hay quienes ponen loa avances científicos al servicio del mal y crean armas de destrucción masiva, como las bombas atómicas que el 6 y el 9 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, sembrando el terror y la muerte entre sus indefensos habitantes.

La cantidad considerable de energía obtenida a través de la fusión del átomo con el uranio y otros metales, representó una revolución científica, que puesta al servicio del desarrollo humano hubiese ofrecido incalculables beneficios para la humanidad.

Pero Estados Unidos lo que hizo fue utilizar ese descubrimiento en función de sus planes hegemónicos y produjo las bombas atómicas, que no dudó en probarlas en Hiroshima y Nagasaki, para con ello abrir la era del chantaje nuclear y advertirle a mundo que un enfrentamiento con el imperio sería fatal para cualquier pueblo.

El entonces Presidente Harry Truman, el genocida que ordenó lanzar esas bombas dijo en unas declaraciones: “Que si bien la guerra estaba casi terminada, hubiese sido de tontos no emplear la bomba”

En Hiroshima, el 6 de agosto la bomba atómica empleada por Estados Unidos fue la de uranio y la energía liberada por el artefacto causó de inmediato unas 70 mil muertes, cifra que tres meses después se había elevado a 117 mil.

El 9 de agosto el artefacto nuclear dejado caer sobre Nagasaki fue de plutonio, más potente que el primero y provocó la muerte inmediata de 40 mil personas, cifra que después se elevó a 75 mil y cinco años más tarde hasta 140 mil fallecidos.

En su conjunto, ambas bombas provocaron la muerte inmediata de cerca de 300 MIL personas y de las más de 245 mil que sobrevivieron a esos ataques y que hoy tienen más de 75 años de edad, en su mayoría sufren diferentes secuelas como leucemia, y distintos tipos de cáncer.

Lejos de arrepentirse del lanzamiento de esas bombas y de tan horrendos crímenes, Estados Unidos ha aumentado su arsenal nuclear y hoy posee más de 70 mil de ellas y 6 mil proyectiles tácticos repartidos en varias regiones del mundo, armas que serían más que suficientes para hacer estallar nuestro planeta en pocos minutos.

Ojalá algún día el raciocinio prime sobre el mal y los avances de la ciencia sean como lo dijo José Martí, “para poner paz entre los hombres”

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