Plaza de la revolución

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martes, 13 de octubre de 2015

La villa de gestos de rostros


Por Dayron Chang Arranz

Santiago de Cuba, 13 oct.— ¿Cuántos rostros pudiera esbozar una ciudad dotada con innumerables historias y leyendas? Uno de esos rostros, por ejemplo, reposa agitadamente en la céntrica calle Enramadas, arteria de tantas reminiscencias, de tantas mescolanzas. Desde allí, tras una empinada escalera que conduce a un balcón natural, cohabita un artístico universo que un grupo de teatreros decidieron llamarle alguna vez Cabildo Teatral Santiago.

Justo en ese sitio se ensaya por estos días una obra clásica de las tablas santiagueras; de aquel teatro relacionero que salía a las calles para rodeado de público narrar vivencias cotidianas, o cantar en estribillos anhelos y tradiciones.
¿De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra? es una interrogante que alguna vez se realizó el desaparecido actor Raúl Pomares mientras proyectaba entre gestos, acotaciones, líneas y descripciones los encantos de una villa de tantos entresijos, de tantos vericuetos.

La obra, esta vez con la visión presentista de un grupo de jóvenes artistas de la Compañía A dos manos y Gestus, unido a la experiencia de las directoras Nancy Campos y Elena Yánez, provoca otra vez al Ño Pompa de cualquier tiempo para narrar esas experiencias que solo cuenta el teatro.

Habría entonces que remontarse a los años fundacionales de 1520 cuando un tal Pedro de Santiago pagó unas seis onzas por la presentación de una danza de arcos, primigenio gesto creativo que recogen las actas capitulares. Así nació el teatro, según abunda el estudioso Pascual Díaz, de las fiestas populares y una fe religiosa vinculada a las costumbres españolas.

“Andando el tiempo descubrimos otro nacimiento con la influencia de los franceses, el Café Concert del Tivolí, la Tumba Francesa, la Tahona, pero sobre todo las obras que trajeron los emigrados de Haití tras aquella primera revolución latinoamericana,” explica el dramaturgo y critico.

Las relaciones de un teatro

Festivo, callejero, mestizo en su esencia es nuestro movimiento teatral nacido de esa mixtura entre lo culto y lo popular con influencias hispanas. Las fiestas de mamarrachos estuvo entre esos referentes donde cristalizaron la cotidianas anécdotas de barrio, las cuales hallaron en Santiago una forma única de proyectar el discurso de la escena.
Un epílogo cantado para atraer el publico marcó la diferencia. Así nacieron los relacioneros y el teatro de relaciones.
“Para hablar del teatro de relaciones habría que explicar dos partes: primero el que empieza a desarrollarse como consolidación de la nacionalidad cubana que viene ocurriendo en la segunda mitad del siglo XIX”, explica Santiago Portuondo, uno de los representantes de este movimiento en Cuba.

El teatro de relaciones es teatro popular y tiene sus orígenes en el teatro desarrollado en España fundamentalmente, por el famoso teatrista Ramón de la Cruz. Habría que pensar que en esa segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del XX no se contaba con los medios masivos de comunicación y por tanto el teatro funcionaba como ese elemento de comunicación para expresar los sucesos de su tiempo.

Por aquellos siglos fundacionales la burguesía, la aristocracia santiaguera le gustaba ese otro lado más refinado llegado de Europa como la zarzuela y la ópera. Pero este teatro, herencia de los conquistadores españoles con mezclas de una isla mestiza por antonomasia, rompe con ese stablishment dando un sentido de mofa a asuntos que preocupan a diversos estratos de la sociedad colonizada.

Era el carnaval la apoteosis de esa expresión cultural contenida, pues por esos días de tolerancia las autoridades coloniales permitían este tipo de manifestaciones matizado con personajes que trascenderían el tiempo y llegarían hasta la actualidad. Según explica Santiago Portuondo “durante los años 50 con la llegada de un carnaval algo más comercial la relación se va perdiendo pues ya existen los grandes medios de la comunicación”.

El otro nacimiento del teatro de relaciones está ligado al triunfo de la revolución con la creación del Conjunto Dramático de Oriente, verdadera apoteosis de la cultura. Son estos momentos muy relevantes pues definen nuestra forma de hacer teatro: popular, festivo, sensual con un alto sentido de lo caribeño, afrancesado y revolucionario. Esta el caso del teatro de relaciones que va a la par con un teatro experimental.

Demostraciones como Letra T de Ezequiel Vieta, director que estrenará unos años después La soprano calva, excelente obra del teatro del absurdo que se pusiera en Europa y tres años después en Santiago de Cuba, muestran esa simbiosis.

En los años 70 con la irrupción del Conjunto confluirán entonces dos corrientes: por un lado un teatro popular llegado de las raíces y otro más pensado que se manifiesta en obras de ¿Cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra?, obra que tiene del teatro popular y otras tendencias más de la vanguardia.

Estas mismas características, cuentan los críticos de la época como Pascual Díaz, se observarían también en Asamblea de mujeres, pieza dotada de una mezcla entre lo culto y lo popular o Dos viejos pánicos escrita por Virgilio Piñera,  dirigida por Ramiro Herrero e interpretada magistralmente por Nancy Campos y Dagoberto Gaínza.

Un equipo muy fuerte –cuenta Santiago Portuondo- integrado por Ramiro Herrero, Rogelio Meneses, Carlos Padrón, Raúl Pomares y después la adición de Joel James logra afianzar toda una estética del teatro. Vale destacar que este teatro de relaciones, de aficionados, de mamarrachos, de gente de carnaval es un teatro elaborado por teatristas que tenían un conocimiento pleno de Grotowski, de Bretch, y por tanto poseían una conciencia al hacerlo.

De ahí que obras como: La muerte mientras más cerca más lejos, El 23 se rompe el corojo, cuentan con una reflexión profunda y justificada sobre la historia, la nacionalidad, la cultura, el quehacer del cubano, visión que en definitiva durante esos años 70 y 80 era lo fundamental.

En aquellos años surgiría también el Guiñol Santiago, una de las primeras instituciones culturales fundadas tras el triunfo de la revolución. Con él diversas agrupaciones teatrales esbozan en la escena los paradójicos rostros de esta ciudad como Estudio Teatral Macuba bajo la dirección de Fátima Patersson.

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