Por Dayron Chang Arranz
Santiago de Cuba, 2 may.— Siglos de historia nos convocan al único Museo de Arte religioso en Cuba. Estamos tras la huella de lo real maravilloso santiaguero y entre los objetos más valiosos del recinto encontramos las partituras del compositor Esteban Salas. En sus apretados recintos tambien se guarda celosamente el milagroso Santo Ecce Homo, primera pintura existente en la Isla.
Santiago de Cuba, 2 may.— Siglos de historia nos convocan al único Museo de Arte religioso en Cuba. Estamos tras la huella de lo real maravilloso santiaguero y entre los objetos más valiosos del recinto encontramos las partituras del compositor Esteban Salas. En sus apretados recintos tambien se guarda celosamente el milagroso Santo Ecce Homo, primera pintura existente en la Isla.
"Fue una obra que no fue hecha
precisamente por un santiaguero. En esta imagen de Cristo que representa
un pasaje bíblico del Evangelio de Juan, a diferencia de otras, comenta
la profesora de Historia del Arte teresita Fleitas, no aparecen los
personajes citados de ese pasaje. En ella aparece Cristo solitario,
semidesnudo, un poco agotado, lo que hace que sea una versión
iconográfica tan particular".
Según los historiadores esta es una obra que se hizo en una tabla de cedro al oleo y fue pintada por Francisco Antonio que se decía en esa época era un maestro célebre en este arte. Él era un vecino de Cartagena de Indias y esta obra se trajo a Santiago de Cuba para ser colgada y decorar el altar mayor de nuestra ciudad en 1610. El mismo hecho de que haya tenido que ser un encargo fuera del país es un indicio de que la ciudad no contaba en aquellos momentos tempranos con artistas plásticos propiamente dichos.
Cuba debió esperar 177 años, hasta 1787 para contar con la primera pintura realizada por un cubano. Esta fue realizada, nada más y nada menos que por un santiaguero. Dicha representación iconografica de Tadeo Chirino permanece aun en la Iglesia Santísima Trinidad.
La virgen de la luz se realiza en 1787 y es una obra muy interesante porque ella representa a esa Virgen iluminada que es una advocación mariana. Su poderosa imagen no es más que la Virgen María tratando de evitar que un monstruo marino se lleve en sus fauces el alma de un hombre y ella porta en su otro brazo la imagen del niño Jesús.
Estas imágenes, explica Teresita Fleitas, podrían aparecer, más o menos semejantes en distintos países de América o España. Era de una gran devoción popular y digamos que los artistas que se dedicaban a los asuntos religiosos copiaban esas estampas y se las pasaban de unas manos a otras y la circulaban por todas las colonias españolas.
En el caso de nuestra Virgen de la Luz hay que darse cuenta que se percibe la influencia de la escuela española barroca del siglo XVII pero específicamente de Murillo. En ella se denota un modo particular de halagar los sentidos del espectador: el modo que los personajes tratan de seducir de una manera delicada y amable; influencia visiblemente clara en Nicolás de la Escalera, otras obra cumbre cubana.
Otros estilos captados en retratos, piezas costumbristas, históricas, religiosas y paisajísticas conforman la pinacoteca santiaguera en los siglos sucesivos. Así entre acuarelas y óleos se fueron combinando los matices de José Joaquín Tejada, Buenaventura Martínez, José Uranio Carbó, Federico Martínez, Francisco Antonio Joaquín Cuadras y las miniaturas de Baldomera Fuentes. El catálogo se multiplicaría posteriormente con otros pinceles también brillantes como José Bofill, Hernández Giro, y algunos más que tomaron como su principal inspiración la morfología especial santiaguera.
Según los historiadores esta es una obra que se hizo en una tabla de cedro al oleo y fue pintada por Francisco Antonio que se decía en esa época era un maestro célebre en este arte. Él era un vecino de Cartagena de Indias y esta obra se trajo a Santiago de Cuba para ser colgada y decorar el altar mayor de nuestra ciudad en 1610. El mismo hecho de que haya tenido que ser un encargo fuera del país es un indicio de que la ciudad no contaba en aquellos momentos tempranos con artistas plásticos propiamente dichos.
Cuba debió esperar 177 años, hasta 1787 para contar con la primera pintura realizada por un cubano. Esta fue realizada, nada más y nada menos que por un santiaguero. Dicha representación iconografica de Tadeo Chirino permanece aun en la Iglesia Santísima Trinidad.
La virgen de la luz se realiza en 1787 y es una obra muy interesante porque ella representa a esa Virgen iluminada que es una advocación mariana. Su poderosa imagen no es más que la Virgen María tratando de evitar que un monstruo marino se lleve en sus fauces el alma de un hombre y ella porta en su otro brazo la imagen del niño Jesús.
Estas imágenes, explica Teresita Fleitas, podrían aparecer, más o menos semejantes en distintos países de América o España. Era de una gran devoción popular y digamos que los artistas que se dedicaban a los asuntos religiosos copiaban esas estampas y se las pasaban de unas manos a otras y la circulaban por todas las colonias españolas.
En el caso de nuestra Virgen de la Luz hay que darse cuenta que se percibe la influencia de la escuela española barroca del siglo XVII pero específicamente de Murillo. En ella se denota un modo particular de halagar los sentidos del espectador: el modo que los personajes tratan de seducir de una manera delicada y amable; influencia visiblemente clara en Nicolás de la Escalera, otras obra cumbre cubana.
Otros estilos captados en retratos, piezas costumbristas, históricas, religiosas y paisajísticas conforman la pinacoteca santiaguera en los siglos sucesivos. Así entre acuarelas y óleos se fueron combinando los matices de José Joaquín Tejada, Buenaventura Martínez, José Uranio Carbó, Federico Martínez, Francisco Antonio Joaquín Cuadras y las miniaturas de Baldomera Fuentes. El catálogo se multiplicaría posteriormente con otros pinceles también brillantes como José Bofill, Hernández Giro, y algunos más que tomaron como su principal inspiración la morfología especial santiaguera.
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