Plaza de la revolución

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martes, 29 de julio de 2014

Cómo descubrí la grandeza de Frank País


Cómo descubrí la grandeza de Frank PaísPor Rosalina Tamayo Arañó

Palma Soriano, Santiago de Cuba, 29 jul.— El libro “La clandestinidad tuvo un nombre: David”, de Wilian Gálves, me reveló al hombre admirable que fue Frank País García. Este ejemplar que es una recopilación  de testimonios de hombres y mujeres que conocieron a este joven sencillo, amante de la música, líder indiscutible de la juventud santiaguera me hizo descubrir  a una personalidad inconmensurable con sus 22 años.

Grata impresión causó en mí conocer como a pesar de  las limitaciones económicas, no dejaban de agasajar a  Doña Rosario, el día de las madres cuando ella misma cuenta de cómo recopilaban los pedacitos de carbón que caían al paso de la carreta y luego se lo entregaban en un cofre.

El amor que sentía por sus hermanos Josué y Agustín en aquel poema que me conmovió hasta el llanto.

En este libro “La clandestinidad tuvo un nombre: David”, supe como Frank inculcó en el poco tiempo que ejerció como maestro influencias patrióticas en sus alumnos y les enseñó las ideas de José Martí implantando en su aula los principios de la República Democrática que soñaba el Apóstol y comparando  que la existencia ilegal de la Base Militar de Guantánamo en nuestro territorio era el ojo tan negro del canario amarillo.

Conocí a través de estas páginas la consideración, el respeto y el amor que sentía sus compañeros por quien fue elegido por sus dotes de estratega:  Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio. 

Leer la carta en que describe el amor a una novia de corpiño rojo con falda azul y blanca me conmovió tanto que me hizo entender por qué al conocer la noticia de su asesinato aquel 30 de julio de 1957, Fidel Castro Ruz expresó : “¡Qué mostruos!, no saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado no sospecha siquiera el pueblo de Cuba quien era Frank País lo que había en él de grande y prometedor.”

Por eso el pueblo santiaguero desafiando a sus asesinos lo acompañó hasta su última morada vestido con el uniforme verde olivo que tanto deseo vestir, porque al triunfo quería ser un digno miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Este es mi homenaje a Frank País García que otros puedan descubrirlo como el extraordinario revolucionario que fue en las páginas de “La clandestinidad tuvo un nombre: David”. Una última confesión mi hijo se llama David en honor a él.

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