Plaza de la revolución

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domingo, 7 de julio de 2019

Habla el pilón en defensa de nuestras tradiciones…

“Ay, qué rico que rico es, el ritmo pilón, para que lo goce usted.”

Por María Elena López Jiménez

Santiago de Cuba, 7 jul.— Si de los rituales cafetaleros se habla, el pilón dice presente en cualquier rincón donde se cultive el aromático grano y más aún en la región oriental cubana, fuente y esencia de tradiciones. Y enfatizo defensa porque luego que surgió el sabroso ritmo, creado por Enrique Bonne y popularizado por Pacho Alonso, el utensilio que los campesinos usan para pilar el café  ha sido superado por el contagioso género; o quizás ha pasado a la historia en la vida urbana, reemplazado por el molino convencional o por el eléctrico.

Aquí hablo de uno y de otro ¿por qué no?, si los dos son tan nuestros como el prú, la pulpita de tamarindo o el manjar oriental.

La primera obra que se grabó con el ritmo pilón fue “Baila José Ramón”, 1964, de Bonne; posteriormente, aparecieron del mismo autor “A cualquiera se le muere un tío”, “Yo no quiero piedra en mi camino” y “El bajo cun cun”, pero fue Pacho Alonso el que colocó el ritmo en los medios con “Rico pilón”, por lo que algunos han dicho que fue el reconocido santiaguero quien creó esta modalidad de los bailables cubanos.

Inspirado en la forma de pilar el café en el campo con un tronco ahuecado llamado pilón, tomó su nombre lanzado al mercado nacional e internacional.

En él no hay un golpe, sino diferentes rítmicos puestos en juego, en el que el piano imita la sonoridad del Órgano Oriental, en la paila se da el golpe, que en el timbal se hacía desde la década del 40, destacándose en esta modalidad de la orquesta Chepín-Chovén, o mejor dicho el timbalero Esmérido Ferrer, el Chino Pichón.

¿Quién no disfrutó este género en la década de los 60, la bien nombrada “década prodigiosa”; se cantaba y se bailaba con pasos replicando el ”tumbao” de pilonar el grano en el rústico equipo, arriba y abajo, “ay que rico, que rico es, el ritmo pilón para que lo goce usted”?.

Los santiagueros famosos formaron un binomio que hasta hoy tiene luz y renombre. Enrique Bonne y Pacho Alonso a quienes les unió una gran amistad desde la infancia. Composiciones como “El upa upa” y “Rico Pilón” salieron a la luz. Este baile convergió junto al mozambique de Pello el Afrocán y el Pacá de Juanito Márquez, “María Caracoles” y “Arrímate pacá nené” sonaban a cualquier hora en las diferentes emisoras de radio y en los bailables de los fines de semana; los sabrosos géneros musicales criollos amenizaban todo el tiempo y a intervalo, un bolero o una guaracha identificación con lo nuestro por encima de todos y todo; época de los Zafiros, Elena Burke, Moraima Secada, Lino Borges; la lista sería interminable del buen hacer artístico.

Según un experto en madera y temas montunos, Humberto López, destaca que el pilón se confecciona con ácana, ocuje y granadillo, aunque puede ser de otra madera dura, al igual que “la mano del pilón” al decir del campo…La forma rústica de confeccionarlo es con un tronco macizo y con un tizón de madera; se va ahuecando en el centro hasta la profundidad requerida para luego lijarlo para su textura lisa; por supuesto, tiene la forma de los morteros caseros con los cuales se trituran las especies. En muchos hogares los utilizan como adornos.

Yo me adentré en la historia de este “folclórico” del café, como me gusta nombrarlo por Zurita o Apolinaria Bicet, la anciana que albergó en su bohío al Comandante de la Revolución Juan Almeyda Bosque, cuando creó el Tercer Frente Oriental “Mario Muñoz Monroy”, en la serranía de la Lata, en marzo del 1958.

Y  supe por la legendaria mujer y por su hija Titina, de los secretos y de las especificidades del café pilonado, de su sabor exquisito, de la fragancia que se esparce cuando se entrega por completo al proceso del aromático partícula.

Tesoros de nuestra Sierra Maestra ligados al pilón, que aún hoy forman partes de la vida del campesinado junto a la hamaca y al taburete; prácticas de hospitalidad que se mantienen con una taza humeante de la bebida que brinda el cubano cuando el visitante llega.

También la ruta del café por La Gran Piedra con las haciendas fundadas a finales del siglo XVIII y principios del XIX te hablan de la historia iniciada por los franco-haitianos, manteniéndose las haciendas fundadas en toda esa zona y parte de Guantánamo, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

En el centro de la ciudad de Santiago de Cuba, se ubica “La Isabelica”, establecimiento que expende especialidades de café y a la entrada, recibe una escultura de una bella mujer pilonando incansablemente y detenida en el tiempo.

La casa Dranguet, fundada por la Oficina del Conservador de la Ciudad expone la historia del pilón en diferentes partes del mundo; desde La India hasta el Caribe, con nombres y diseños diferentes.

En el blog “De este lado de la Isla”, se refleja así: “Allá en las lomas de la guantanamera Sierra del Purial, sus habitantes son eternos amantes del café, no de ese medio “achicharado” que llega a la bodega, sino del más puro, del más directo, del propio que ellos cultivan y cosechan como sostén económico fundamental en tiempo de zafra.

En los campos se pierde la finura, y de las bolsas industriales que traen el polvo procesado del cerezo y la tradicional cafetera o las modernas máquinas para en procesarlo, otras artimañas rústicas se apropian de la rutina de preparación.

Es ahí donde luego de la recogida en las plantaciones y el paso por el secadero, calderos y fogones se encargan del tueste, los pilones reducen la frutilla quemada a polvo, y dos jarros, agua, cocina y colador de tela, dejan listo el oloroso compuesto de la forma más natural, sin mezclas, sin agresivos ahorros. En el poblado Vega del Jobo, en plena Sierra del Purial, en el municipio Imías, así, al aire libre y para compartir en familia, lo hacen sus pobladores cuando cualquier actividad recreativa se viste de justificación para la fiesta.”

Referencia del pilón fuera de Cuba: En el Ecuador, el rotativo “el Diario” se escribió sobre el recuerdo de los abuelos. Hablar de tradiciones montuvias es revivir a los antepasados; así lo consideró Juanita Intriago Durán, docente de 58 años, oriunda del cantón Junín, cuando se refirió al uso del bunque, objeto etnográfico muy usado en la campiña manabita para descascarar granos como el maíz, el maní y el arroz.

El periodista Arturo Peñazola Pinzón, corresponsal de El Tiempo en Colombia, destacó al campesino artesano, don Sinforiano Jaramillo que en medio del ambiente fiestero y frente a la puerta de su casa, en una zona deprimida de Barrancabermeja, este anciano moldea, corta y pule en su improvisado taller los grandes trozos de madera que lo están convirtiendo en un personaje reconocido. El hombre de 83 años inició su labor cuando era niño gracias a la iniciativa de su padre, un ebanista y constructor. Aún hoy, sus manos desgastadas y algo temblorosas tienen la precisión y sutileza para convertir, en menos de ocho días, un molde de rudimentaria madera en un pulido y bien terminado pilón (recipiente para pilar maíz). También fabrica manijas --una especie de porras para machacar sobre el pilón, llamadas pataconeras.

Santiago de Cuba reúne y exhibe sus “secretos”, vengan de cualquier orilla del Caribe, desde Dominicana, Panamá, Ecuador o Colombia. Ejemplos citadinos abundan, entre ellos, repito, la Isabelica, para degustar la agradable bebida, o en la casa Dranguet, institución de referencia para la ruta de la historia del grano, pilonado o molido en la zona oriental. 

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