Plaza de la revolución

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jueves, 11 de agosto de 2016

Fidel Castro, la dicha de tenerlo

Por Dairon O. Caballero Heredia

Santiago de Cuba, 11 ago.— El tiempo no devora redentores, cuánta razón tuvo Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, para referirse a un hombre como Fidel. Sobre todo, cuando sus ideas y ejemplo ya lo han inmortalizado como un simbolizo de independencia, un David frente a los Goliat que tanto lo han intentado borrar.

Por eso también creo, que como bien dijo este poeta en sus versos: la edad de héroes y genios no se mide ni por días ni por años sino por largos siglos y milenios.

Recordar estas imágenes que recorren parte de las nueve décadas que marcan los años vividos por el Comandante, ese cubano de Oriente nacido en Birán, Holguín el 13 de agosto de 1926, joven abogado de la rebeldía es comprender de cerca la voluntad que hizo triunfador sus sueños.

Enemigos, cierto, tuvo y aún tiene muchos. Y no es difícil entender por qué tantos lo odian.

Le temen a su palabra sincera y sin tapujos, a su valentía para darle el frente a los problemas, porque son pocos los que como él se le han ido por encima al imperialismo, cultivando libertad delante sus narices.

Sin embargo, también están quienes lo quieren y admiran porque aprecian sus valores humanos. Son miles los agradecidos aquí y en diversas partes del mundo, los que ven más que sus errores, lo que ha hecho a favor de la igualdad y el progreso. Perfecto no es pero son mayores sus virtudes, las de líder, las de hombre.

A él, a ese defensor de los derechos, al amigo de los amigos la felicitación de quienes le desean lo mejor.

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