Plaza de la revolución

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jueves, 21 de febrero de 2013

Los Despaigne, esclavitud y rebeldía en las serranías del Cobre

Por Marta Cabrales

Santiago de Cuba (PL) Como quien desenreda un ovillo, la profesora de la Universidad de La Habana (UH), Marial Iglesias Utset, hilvanó la historia de los Despaigne, una familia de esclavos asentada en las serranías de El Cobre y con orígenes en franceses acaudalados que emigraron hacia estas tierras.

Todo comenzó, explica la investigadora, cuando cayó en sus manos, durante una búsqueda en archivos, un pedazo de papel con trazas de sangre que contenía una proclama de exhortación a los seguidores del Partido de los Independientes de Color (PIC) a reclamar los derechos ciudadanos, mayor democracia y libertad.

En las indagaciones, Iglesias ubicó la pertenencia del volante, que fue donado en 1913 al recién creado Museo Nacional, a Justo Despaigne, "un hombre negro que fue asesinado en el cafetal Kentucky el 12 de junio de 1912 por tropas del ejército de la república, enviadas a reprimir una protesta armada con la cual el Partido de los Independientes de Color intentaba reivindicar su derecho a la existencia como institución política."

Apunta la estudiosa que la interpretación de esa pieza documental devino leitmotiv para la investigación, mediante la cual fue alumbrando las circunstancias familiares y sociales alrededor del protagonista, quien tenía unos 50 años al morir, "con la proclama doblada en su bolsillo".

Justo, precisa, era hijo y nieto de esclavos, llegado al mundo también en un cafetal de esta zona suroriental, donde sus padres y abuelos cultivaron café para una familia de plantadores criollos procedentes de Saint-Domingue, cuyo fundador, Jean Despaigne, llegó a esta ciudad en los albores del siglo XIX durante la estampida ocasionada por la Revolución de Haití.

Mediante las útiles herramientas de la microhistoria, la especialista reconstruyó el devenir de esas personas bajo el apellido de marras y los vínculos tejidos entre ellas, desde el arribo de los blancos europeos y la sucesiva concatenación con las vidas de sus esclavos, traídos desde Africa y también aplatanados en estos lares.

BITACORA DE UN LARGO VIAJE

Así, fue quedando claro en la medida en que escudriñaba en archivos y documentos, el alcance trasnacional de una trayectoria aparentemente local, constreñida a unos intrincados cafetales en el extremo suroriental de la geografía insular.

Situó en la región francesa de Bordeaux los orígenes del árbol genealógico, al igual que el de otras muchas familias europeas asentadas en la zona desde Saint Domingue.

Los esclavos que arribaron en las dotaciones de Jean y Pierre Despaigne, a pesar de ser formalmente libres tras decretos de la legislación revolucionaria francesa y la constitución aprobada por Toussaint Louverture, sintieron de nuevo el yugo humillante.

En las sierras del Cobre, puntualiza la investigadora, se cocía junto a la influencia del colapso del modelo esclavista en la isla cercana, que gravitaba en unas 18 mil personas llegadas con el éxodo, la efervescencia dejada por un siglo y medio de luchas emancipatorias.

Allí, los palenques de esclavos cimarrones, algunos de ellos venidos también desde Jamaica, se convirtieron en comunidades trasnacionales de esos hombres y mujeres privados de su libertad, valora Iglesias.

Explica entonces el origen atlántico, no sólo de los amos, sino también de los esclavos porque hacia la segunda mitad del siglo XIX más de la mitad de ellos, en las plantaciones de los Despaigne, habían nacido en Africa y sobrevivido a la llamada por los historiadores "travesía intermedia".

En el cafetal La Lisse, de la demarcación de Hongolosongo, juntaban sus destinos multiétnicos seres provenientes en su mayoría de la cuenca del Congo y de la ensenada de Biafra, apunta Iglesias, quien alude igualmente a la "sinfonía lingüística" en la cual cohabitaban el francés de los hacendados, posiblemente el castellano, las lenguas originarias del lejano continente y el híbrido creole, de la cotidianidad.

Los cepos de castigo, grilletes y cadenas empotrados son testigos silenciosos que indican, en las ruinas de aquellas plantaciones, la crueldad en el tratamiento a los esclavos y desmienten las idílicas descripciones de estos ambientes rurales en la literatura al uso, expone la profesora. Pura hipocresía aquella comunión pacífica de propietarios ilustrados y mansos esclavos.

EL TELURICO IMPACTO DE LA REVOLUCION

Aunque no fue un lecho de rosas por la beligerancia de los oprimidos, lo cierto es que se impuso la reimplantación de la esclavitud y en 1866 los herederos de los Despaigne poseían en varios cafetales 664 individuos bajo esa onerosa condición, con un valor cercano al medio millón de pesos, puntualiza la estudiosa.

No obstante, si una revolución los había empujado hacia estas costas y montes, otra removería los cimientos del status quo y a partir de 1868 propiciaría la emancipación de numerosos hombres que con los días se incorporaron al Ejército Libertador. Relata que uno de ellos fue Simón Despaigne, hijo de Amelia, una de los que abrieron paso en el monte y construyeron las primeras haciendas en la región.

Convertido en líder local de la insurrección, tocó al sargento Simón explorar la zona en ocasión de las acciones de tropas españolas en contra de Carlos Manuel de Céspedes. Atribuye la autora a una de las notables crónicas de esas jornadas la anécdota: Al regreso le correspondió la triste noticia y mostrar ropa negra desgarrada y ensangrentada para expresar "el Presidente es muerto: he aquí lo único que de él he encontrado".

Resalta la profesora de la UH la participación de personas con ese apellido en las dos guerras decimonónicas por la independencia: 136 negros de esa denominación, incluidos varios jefes y oficiales, aparecen en los registros del Ejército Libertador. Algunos cayeron en combate, otros fueron a prisión, algunos incluso enviados a presidios españoles en Africa.

Iglesias significa que las jerarquías derivadas de las batallas situaban a guerreros "de color" al mando de blancos y letrados. También que en esas circunstancias "personas con precio" experimentaban por vez primera la satisfacción de ser tratados con dignidad. Entre los involucrados en la campaña liberadora, Justo, el propietario de la proclama de marras.

En 1900, al votar por primera vez los Despaigne residentes en El Cobre, lo hicieron donde antes fueron sojuzgados y la casa de vivienda de La Lisse hizo de colegio electoral, precisa. Pero no bastaban los maquillajes democráticos; los derechos de igualdad conquistados en la manigua eran ignorados.

Al surgir, el PIC contó entre sus filas con varios miembros de esa estirpe, parte de una saga que al decir de la estudiosa mezcló tres generaciones de personas, amos y esclavos, blancos y negros, descendientes de europeos y de africanos, atados a una extensión de tierra que propició bonanza para unos y deshumanización para otros.


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