Plaza de la revolución

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lunes, 28 de octubre de 2019

Cultivar la decencia, el civismo y la discreción vale la pena

Por Aida Quintero Dip

Santiago de Cuba, 28 oct.— Cualidades tan indispensables en la vida como la decencia, el civismo, la discreción, a veces, escasean en la cotidianidad y, aunque parezca un problema simple, es importante a escala de la sociedad, pues no sería baldío repetir que son virtudes que la Revolución siempre ha respetado y defendido.

Vivimos una época en que los especialistas acentúan la necesidad de obtener una convivencia armónica, que se logra, en gran medida, con una buena comunicación, en la cual no debe prevalecer la ofensa,la desidia, la agresión, el escándalo y sí claridad meridiana en el mensaje sobre la base del respeto.

No hay nada mejor para alimentar el espíritu que saber valorar justamente la consagración y méritos de quienes nos rodean; por ejemplo, elogiar a los colegas, subordinados o superiores, que sobresalen no demerita a nadie ni es un acto de adulación, más bien engrandece al ser humano.

En estos tiempos en que abundan las misiones altruistas a las cuales dedicarse, existen paradójicamente inadecuados comportamientos de personas en escenarios públicos, y críticos a ultranza, aquellos que todo lo cuestionan, encuentran objeción ante las tareas que otros cumplen y defectos en la actuación de los demás.

Se reclama de juicios más severos y manos fuertes para erradicar esa mala plaga que atenta contra la mesura, la prudencia y la cautela, alsoplar vientos a favor de la indiscreción, la chabacanería, la vulgaridad y el empleo de palabras obscenas en sitios públicos, con una frecuencia que rayaen el irrespeto.

Cualquier tribuna les parece idónea para referirse al bodeguero que llega tarde, el carnicero que recorta los productos normados para vender el “sobrante”, la maestra que no enseña bien, del jefe que no evaluó adecuadamente el caso de una indisciplina y sí llevó muy recio a otro trabajador que no era de su agrado.

También contar sobre el chofer que se paseó con la guagua vacía e ignoró a las personas de la parada, del que lo vende todo, necesita de quienes le rodean, pero nunca es capaz de un gesto dadivoso…

Constituyen realmente males e irregularidades a los cuales hay que atacar y ponerles coto, porque existen en la sociedad que edificamos y urge barrerlos de raíz, pero enfrentándolos con valentía, en el momento y sitio adecuado, para que el mensaje llegue con claridad y tenga el efecto que deseamos; de lo contrario, qué aportes estamos haciendo para la solución del problema.

A veces, cuestionamientos que deben evaluarse y adoptarse medidas en el seno del colectivo laboral o del hogar, salen a la luz pública, y el escenario puede ser lo mismo una camioneta, la escalera del edifico, la cola del pan, el pasillo del centro laboral, hablando sin miramientos, sin el criticado presente.

Esa costumbre a todas luces dañina, hasta puede ser muy perjudicial a los intereses de la Revolución, cuando las personas hablan a derecha e izquierda de tal o más cual dirigente, de su actuación, sin conocimiento de causa, sin ser objetivos ni realistas en los análisis, sin conocer a fondo los asuntos que evalúan, en la mayoría de los casos.

Puede que haya argumentos y razones suficientes para tener determinados criterios, pero hay que buscar también el momento oportuno y el lugar adecuado, para quebrar la proliferación de tan nocivo vicio.

Y lo más difícil es descifrar cuál es la intencionalidad de esa práctica, ya que no se aprecia un objetivo marcado que propicie labúsqueda de solución.

Lo cierto es que tales conductas perjudican la dedicación de las personas a sus funciones, a su puesto de labor, en tiempo difíciles en que es imperioso  avanzar y luchar por un mejor futuro, que se logra con trabajo y haciéndolo bien,con énfasis en la disciplina, eficiencia, ahorro, calidad y productividad.

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