Por María Elena López Jiménez
Santiago de Cuba, 2 dic.— Desde su casa, en el edificio El Jigüe se divisa una parte de esta ciudad. Martha Mosquera crea lo más sensible de su obra en la sala estudio, donde la luz de Santiago de Cuba se hace más intensa y ella la disfruta a plenitud.
La diseñadora identifica a su hogar como un sitio esencial de existencia; se nombra hacedora de libros, motivo por el cual el entorno de esta mujer se convierte en un tesoro de títulos. En el espacio íntimo convive con plantas tan sensibles como la violeta africana, las begonias y los helechos; ellas pulsan la energía de su arte. Bien afirma la fundadora de la casa editorial santiaguera que este “lugar-trabajo-vivienda,” descubre una fortaleza; expresa “exactamente es mi cuartel donde yo puedo laborar mejor…”
Los primeros pasos en el trabajo los dio en la Editorial Oriente y el primer libro publicado en el que puso un empeño especial fue Uvero.
Desde entonces hasta acá por sus manos han pasado páginas y páginas. Artista premiada durante toda su trayectoria, además del diseño, también en carteles. En el año 2010, el lauro por la obra de la vida, la enorgullece: afirma que un premio significa el agradecimiento colectivo a una dedicación y su concepto va a lo profundo cuando afirma que el diseño lleva el alma de una obra, su espíritu y al salir a la luz muestra el mundo invisible del talento.
Reconocida por los especialistas, fue ganadora del Premio Nacional de Diseño en el 2012. Marta también disfruta del cariño y admiración de sus amigos, prestigiosos intelectuales como la poetisa Teresa Melo, el escritor Marino Wilson Jay y el periodista Reinaldo Cedeño quienes les han dedicado palabras de elogio ante su obra que al decir de la artista, nunca es un final sino una puerta para cruzar otros espacios de creación con nuevos bríos.
De las temáticas prefiere las referidas a la poesía y la que dimensiona la mujer, aunque no desdeña la histórica… La creadora sin proponérselo marcó el camino de las Artes Plásticas en su gente. El apellido Mosquera hoy se reconoce en el mundo de esa manifestación cultural. Actualmente tiene una familia de mujeres descubridoras. A veces se remite a las sendas intrincadas de los sentimientos; dialoga con matices diferentes en su sitio cuartel, donde el viento golpea los cristales, trae y lleva lo que uno quiere. Dirige los sueños hasta envidiar la libertad del aire, que lo mismo traslada que borra recuerdos. Son disquisiciones de Martha, remitidas posiblemente a la novelística del brasileño Paolo Coello en los senderos de la leyenda personal de cada uno.
Después de desandar en la subjetividad individual del intelecto, la ilustre santiaguera enfoca hacia el cariño del terruño; le gusta redondear las ideas, hacerlas bien elocuentes por lo cotidiano sur oriental de Cuba, los amigos, la casona sede de los escritores y artistas del territorio;
un pecado incorregible si se negara a una invitación cuando de la urbe y sus pobladores se trata. Declara su transparencia con estas costas caribeñas iluminadas que trascienden, las embriagan con pasión como el misterio mayor de su vida.
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