Plaza de la revolución

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lunes, 4 de julio de 2016

El Caribe que nos une, convocatoria de fortaleza en la diferencia

Por María Elena López Jiménez

Santiago de Cuba, 4 jul.— Desde tiempo remoto, cuando surgió el vocablo Caribe, hubo un denominador común para sus pobladores: valientes, arriesgados y de raíces afines. Actualmente, aunque diverso, continúa con una historia asumida y una cultura que lo une y fortalece en su identidad.

El coloquio “El Caribe que nos une” tiene en su haber 36 años de continua búsqueda en lo nuestro y como ejercicio académico sustentador del quehacer caribeño. El ayer y el hoy en diálogo con estudiosos e investigadores del ámbito internacional.

Esa es la mayor razón del evento iniciador de la Fiesta del Fuego en Santiago de Cuba, que desde sus inicios, convoca a la defensa de nuestra área no sólo como espacio geográfico sino como una estirpe en toda la dimensión de la palabra.

Por esta época de julio, la ciudad sureña se transforma en la Capital del Caribe; por supuesto, se reflexiona sobre temas candentes actuales como su diáspora por el poco desarrollo de la región, motivación por la cual muchos  habitantes emigran hacia el llamado primer mundo para mejorar sus estatus económico.

En esta ocasión el coloquio “El Caribe que nos une” profundiza en las improntas del novelista santiaguero José Soler Puig en su centenario y del antropólogo y director fundador de la institución, Joel James Figarola, a una década de su desaparición física, ambos con aportes significativos en las culturas cubana y caribeña.

En el ejercicio académico también se insertan temas acerca de culturas y resistencias a 130 años de la abolición de la esclavitud y el pensamiento social de la zona.

Y es recurrente el origen: La primicia del vocablo Caribe se deriva de la etnia amerindia, situada a la vera del río Orinoco cuando los europeos contactaron por primera vez en la zona a finales del siglo XV. Procede del término "Charaibi", que entre los indígenas significaba "hombres sabios”, con fama en la navegación.

Algunos estudiosos definen el vocablo como: Cará, familia originaria guaraní; y aguabe, terminación, perteneciente familia o grupo que vive en el agua, en el mar.

Después del descubrimiento, el vocablo español Antillas dominó para referirse a estas islas; hoy se conoce indistintamente pero Caribe completa su significación, que va más allá de los límites geográficos.

El paisaje explotado se remonta desde la búsqueda de oro; su dependencia agrícola está estrechamente vinculada al colonialismo europeo y a Estados Unidos, bien calificado por José Martí como “el imperio revuelto y brutal”, injerencia sucesiva del sistema de plantaciones; azúcar, café y otros renglones de la mono producción son habituales desde entonces. Región que se convirtió en punto álgido de luchas entre las potencias, causas fundamentales que la marcaron, el genocidio, la esclavitud, el éxodo de sus habitantes y la rivalidad económica. Hoy constituye una zona del planeta empobrecida por la explotación descomunal; Haití es un ejemplo irrefutable de esa historia.

Con la raíz africana  y la diversidad cultural europea, dígase España, Francia, Inglaterra, Holanda o Portugal, se conformó  nuestra identidad, incluyendo elementos de los habitantes precolombinos, casi exterminados por la violencia de la colonización. En el "ajiaco cultural" también se integran otros llegados hasta aquí como manos de obra o en busca de mejoría.

Proteger el patrimonio caribeño, la cultura nacida en el fragor del tiempo; desde la colonización hasta la actualidad, es motivación de hombres y mujeres en la Fiesta del Fuego. Santiago de Cuba confluye en un discurso excepcional de lo nuestro en su diversidad. Misión que en un constante desafío se engrandece.

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