Plaza de la revolución

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lunes, 12 de octubre de 2015

¡SOS… Idioma Español!


Por Claudia González Catalán

Santiago de Cuba, 12 oct.— Cada año, desde el 2010, las Naciones Unidas dedica el 12 de octubre a celebrar el Día de la Lengua Española para resaltar la importancia del empleo de la misma.
En este día, tenemos tantos lugares por donde comenzar a buscar las raíces de este mal epidémico, que algunos simplemente prefieren renuncian al intento.

Lamentablemente no advertimos que, más allá del propio empleo de estas frases contagiosas, o de las molestias que puedan ocasionar a otros menos acostumbrados a ellas, existen posibilidades aún más preocupantes: que nos

convirtamos en elementales traductores de la banalidad; que les cedamos cada vez más espacios y las multipliquemos hasta su aprobación por la Real Academia de la Lengua Española y, sobre todo, que el oído se acostumbre peligrosamente y dejemos de advertirlas, padecerlas y corregirlas.

Ehhhhh, esto es un S.O.S. ante la frecuencia de… ¿cómo se llama esto…?, de saludos tan expresivos y “cariñosos” que… nada que ver, o de emociones ¡tan fuertes! que nos dejan “sin palabras para expresar lo que sentimos”.

O sea, qué lástima que ahora sólo se le “descargue un montón” a la persona de la que, en otro tiempo, pudimos habernos enamorado.

Estamos hablando de un momento de nuestra era, posterior al “¿qué bolá?”, posterior a los tembas o puros, posterior al tan mencionado “guaniquiqui” o sus versiones más modernas.

Un momento en el que se nos ha empobrecido tanto el lenguaje que, a veces inconscientemente, “echamos mano” al siempre salvador “asere”, vamos haciendo “fanáticos” o creando parentescos de tíos o tías por doquier o incluso, ante la encrucijada de buscar la palabra precisa, todo se vuelve “normal”, ¿no?

Puede que todo haya comenzado allí, en el hogar: en la familia que aplaude al niño su primera palabra vulgar por reafirmar un concepto de masculinidad, tan alejado en el tiempo, que resulta rayano a lo primitivo; en el barrio, en el transporte nuestro de cada día, en los espacios públicos: como síntoma de poder o de una identidad nacional que se contradice con nuestras aspiraciones y empeños culturales.

En el grupo de amigos, en las aulas de nuestras escuelas: en el vocabulario de quien sólo las dice y las repite porque las escuchó y le parecieron “sugerentes”. En la canción que una y otra vez te “regala” la radio o el vecino, en la telenovela de turno… ¿Dónde se nos olvidó el español…?

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