Por Coral Vázquez Peña
Santiago de cuba, 30 jul.— El 30 de julio de 1957 fue un día aciago, una triste noticia recorrió esta ciudad: los sicarios de la dictadura de batista habían asesinado en plena flor de la juventud a dos jóvenes revolucionarios.
Santiago de cuba, 30 jul.— El 30 de julio de 1957 fue un día aciago, una triste noticia recorrió esta ciudad: los sicarios de la dictadura de batista habían asesinado en plena flor de la juventud a dos jóvenes revolucionarios.
La
nefasta noticia corrió rápido y al filo del mediodía fueron tantas las
personas que acudieron al lugar donde se encontraban los cadáveres que
la dirección del movimiento resolvió que ambos cortejos fúnebres
coincidieran en el Parque Céspedes y desde allí partir rumbo al
cementerio Santa Ifigenia en una gran manifestación de dolor.
Santiago de Cuba tuvo entonces el triste privilegio de ser testigo excepcional de la más grande manifestación de duelo y rebeldía por la muerte de Frank País García, el jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de julio y de su compañero de lucha Raúl Pujol.
Hoy acude a mi mente la conversación que sostuve hace ya bastante tiempo con los participantes en el sepelio Manuel Aradas Macías, Víctor Radamés Sánchez y con Asterio Sarmiento Saborit.
“Nunca vimos tantas personas reunidas, tanta indignación por el vil asesinato y la valentía con que el pueblo santiaguero escoltó los cadáveres de los hermanos muertos”, recuerdo que me dijeron.
Si pensaron los esbirros de la tiranía batistiana que con ello acabaría la lucha, se equivocaron, la Revolución se agigantó y el movimiento se hizo más fuerte.
Por eso cada 30 de julio desde muy temprano en la mañana generaciones distantes en el tiempo acuden al Callejón del Muro, donde fueron asesinados los valerosos jóvenes y vuelven a tomar las calles para recordar al hijo más querido de Santiago de Cuba y a su compañero de luchas
Santiago de Cuba tuvo entonces el triste privilegio de ser testigo excepcional de la más grande manifestación de duelo y rebeldía por la muerte de Frank País García, el jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de julio y de su compañero de lucha Raúl Pujol.
Hoy acude a mi mente la conversación que sostuve hace ya bastante tiempo con los participantes en el sepelio Manuel Aradas Macías, Víctor Radamés Sánchez y con Asterio Sarmiento Saborit.
“Nunca vimos tantas personas reunidas, tanta indignación por el vil asesinato y la valentía con que el pueblo santiaguero escoltó los cadáveres de los hermanos muertos”, recuerdo que me dijeron.
Si pensaron los esbirros de la tiranía batistiana que con ello acabaría la lucha, se equivocaron, la Revolución se agigantó y el movimiento se hizo más fuerte.
Por eso cada 30 de julio desde muy temprano en la mañana generaciones distantes en el tiempo acuden al Callejón del Muro, donde fueron asesinados los valerosos jóvenes y vuelven a tomar las calles para recordar al hijo más querido de Santiago de Cuba y a su compañero de luchas
No hay comentarios:
Publicar un comentario