Plaza de la revolución

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martes, 7 de abril de 2015

El ajiaco regional


El TivolíPor Dayron Chang Arranz

Santiago de Cuba, 7 abr.— Uno de los elementos más importantes del flujo que hay en Santiago de Cuba de otras culturas se produce a la altura de fines del XVIII y principios del XIX con la llegada de miles de colonos franceses que vienen huyendo de la Revolución haitiana.

Este grupo que posee características muy interesantes se asienta básicamente en lo que es hoy el barrio del Tivolí al cual de hecho ellos le dan nombre y fomentan una serie de cafetales en las montañas cercanas a Santiago que transforman totalmente la vida de la ciudad y la convierten en un emporio cafetalero.

Hasta ese momento en la villa había predominado la hacienda ganadera, pero a partir de entonces todo varía.
La africanización de lo santiaguero

Quizás tan importante o más que esto es que los franceses para desarrollar el sistema de plantación necesitan traer esclavos africanos y entonces se produce una entrada masiva de estos para trabajar en los cafetales. Todo ello provoca lo que algunos historiadores han llamado muchas veces un proceso de africanización de la cultura santiaguera.

Es un momento muy complejo donde se rompe el equilibrio biológico y cultural que había prevalecido en los siglos anteriores a favor de África.

Esta personalidad cultural que tiene Santiago de Cuba todavía en nuestros días, esa fuerte influencia negra que tiene el carnaval santiaguero, los sistemas mágico religiosos, el folclor local de manera general data de ese momento histórico en la que la llegada de los franceses y haitianos produce esta ruptura de equilibrio.

Pero en realidad el ajiaco santiaguero no termina ahí. Ese sería el último gran episodio del siglo XIX. Luego a principios del XX el ajiaco se enriquece con una entrada importante desde el punto de vista cuantitativo de haitianos y jamaicanos que vienen a trabajar también en las plantaciones.

Después vendrían otros grupos como son los judíos y los árabes, quienes dejan una huella relevante en el comercio citadino al igual que los chinos. También alemanes y pequeños núcleos de otras culturas que van a radicarse en la ciudad como los suecos. Es decir, que nuestro ajiaco se mantiene nutriéndose constantemente de nuevos elementos o viandas como diría Fernando Ortiz y es un proceso que no ha terminado y que quizás no culmine jamás.

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