Por Kenia Tabares Robles
He pensado mil maneras para iniciar esta crónica. Tengo tantas cosas que decirle que no sé por dónde empezar. ¡Tengo que aprovechar que aún la tengo conmigo! y esa felicidad en mí es evidente.
A mamá la llamo todos los días por teléfono porque quiero escuchar su cálida voz y recibir su sapiencia hoy, que también disfruto la dicha de ser madre.
Mamá aleja de mí cualquier mal momento del día. Siempre ha sido mi guía, mi sostén. Lloro en sus hombros, corro a sus brazos, apelo a su ayuda, escucho sus consejos. Ella siempre está ahí, dispuesta a escucharme. No importa lo cansada que esté, siempre busca un espacio para mí.
Sé cuanto significo para ella, por eso trato de honrar su esfuerzo y su dedicación en todos estos años.
Quiero que sienta orgullo de mí, que vea en mí a la amiga y la hija con la que siempre puede contar.
A mamá la amo. Ella es mi sol, mi aire…, mi vida… Se lo he dicho, y lo seguiré haciendo, con palabras y con hechos. Por eso le dedico todos los días. Ella es una flor que merece regarse.
Tú… y yo, botones de su ternura, démosle un beso sincero este domingo para decirle ¡Gracias por existir, por ser tú… mi madre!
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