Plaza de la revolución

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domingo, 4 de marzo de 2012

Sabotaje al vapor La Coubre


Autor :Armando Fernández Martí

Quizás, en La Habana, aquella tarde casi primaveral del 4 de marzo de 1960, la vida transcurría cotidianamente para todos con la intensidad propia de una urbe capitalina.

En uno de los muelles del puerto habanero sin embargo, la descarga de un buque exigía premura y la acción de los hombres era anormalmente intensa, extrayendo cajas y más cajas de la bodega de la nave.

El ruido de las grúas y de voces casi a gritos de los obreros, más el rugir de los motores de los vehículos que iban y venían, daba la medida de la importancia de lo que se venia haciendo.

Nadie podría imaginar que cuando uno de los portuarios extendiera las manos para extraer aquella caja de granadas de la estiba, con ella desataría la furia de la muerte en una magnitud inimaginable para los cubanos hasta entonces.

Fue sólo un instante, el tiempo preciso en que el reloj marcaba las 3 y 15 de la tarde, cuando se produjo la primera explosión en la bodega del buque La Coubre, que lanzó una trágica llamarada que pronto se convirtió en una espesa nube negra con olor a pólvora y sangre, que invadió la tarde habanera.

Después del primer minuto de sorpresa y terror, la gente corrió hacia el buque para prestar ayuda a los heridos y extraer los restos despedazados de cuerpos humanos que se diseminaron por toda el área sobre decenas de metros.

El panorama era dantesco. Los gritos de dolor estremecían a muchos y la sangre los bañaba, pero el gesto solidario para prestar el auxilio vital no se detuvo. La muerte, entonces, hermanó a los vivos.

Aún o había transcurrido media hora, cuando otra explosión en el interior de La Coubre, vino a completar la macabra obra concebida por manos y mentes tenebrosas de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.

El saldo de aquel monstruoso acto terrorista no pudo ser más doloroso para nuestro pueblo:101 muertos, incluidos seis franceses, 219 heridos y mutilados, y un  número impreciso de desaparecidos.

Ese era el precio que hace 52 años la joven Revolución cubana tuvo que pagar por su libertad e independencia. Pero tan sólo 24 horas después los cubanos respondieron al crimen con una disyuntiva, que desde entonces acompaña el acontecer revolucionario de nuestro pueblo: ¡Patria o Muerte!

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