Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 22 dic.— Si “honrar honra” los cubanos tendremos siempre que honrar la fecha del 22 de diciembre de 1961, cuando nuestro país se declaró Territorio Libre de Analfabetismo, tras librar una épica batalla de cerca de ocho meses en la que se vio envuelta prácticamente toda la población de entonces.
Pero como no hay batallas sin héroes digamos con toda justeza que fueron los maestros los que lo eran y los que osadamente se atrevieron a serlo, los principales artífices de aquella victoria de la Patria donde entraron en el mundo del saber más de 700 mil hombres y mujeres humildes de nuestro pueblo que hasta ese momento padecían de la ceguera de la ignorancia.
A partir de ese momento puede decirse que Cuba fue más libre porque un pueblo culto no puede ser engañado. Pero además, esa victoria propició su mejor resultado cuando abrió las puertas de la cultura, de la educación y las ciencias a toda la población y a las perspectivas y el desarrollo en todos los sentidos del país, para avanzar hacia una sociedad más justa, con todos y para el bien de todos, como lo había deseado el Héroe Nacional José Martí.
Y quiénes mejores que los maestros para echar a andar la máquina del desarrollo de la Patria, si en sus manos está la de moldear a los hombres y mujeres del futuro, de prepararlos para que sean técnicos, profesionales o intelectuales, capaces de desentrañar los misterios de sus ciencias, pero también capaces de ser mejores seres humanos, honestos y dignos constructores del porvenir.
Si es así, entonces ninguna fecha mejor para homenajear a los educadores que la del 22 de diciembre, porque ella representa la voluntad y decisión de todo un pueblo de vencer cualquier tarea por compleja que sea en beneficio de toda la sociedad cubana y por extensión de la humanidad.
Decía José Martí que “ser maestro es ser creador” y la realidad de la Cuba de hoy así lo confirma, cuando el mundo nos quiere y nos admira, por todo lo que somos capaces de hacer para nosotros y para los demás y la propia educación lo demuestra cuando millones de personas han aprendido a leer y escribir en muchos paises del orbe, donde nosotros nuestros educadores internacionalistas han brindado y brindan sus esfuerzos y conocimientos.
La Cuba de hoy no es la de hace 60 años, el país no tiene analfabetos y en su totalidad la población infantil estudia y miles de jóvenes han accedido a la Educación Superior. En esos resultados está la labor abnegada y desinteresada de nuestros educadores por lo que hoy merecen la más honrosa de las felicitaciones de todo el pueblo.
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