Santiago de Cuba, 24 dic.— Llega el 2018 y los santiagueros lo reciben con una tradición única en el mundo, arraigada en esta tierra por más de cien años. Comenzaba el siglo XX y la primera nochevieja de la centuria, veía ondear una enseña cubana de ocho metros desde lo alto de la Casa Consistorial, en desafío a las ordenanzas norteamericanas de izar solo su estandarte.
Precisamente en esas tierras se confeccionó la bandera para esta celebración, ideada por el santiaguero Ángel de Moya y costeada con la añoranza popular de los santiagueros. Una vez enterado, el primer alcalde de la villa, Don Emilio Bacardí, firmó el decreto que institucionalizó la idea como la Fiesta de la Bandera.
Pronto las coincidencias comenzaron a insinuar que aquella tradición, apuntaba las venturas del pueblo y su ciudad en el año que se recibía.
Así fue en la primera madrugada de 2012. Mientras los santiagueros celebraban gozosos, la bandera se atascaba en la driza. Ese año, Santiago de Cuba conoció el azote del peor huracán de su historia. Sin embargo, años sucesivos confirmaron la fórmula del trabajo para vindicar los infortunios.
Es esa ciudad renovada, acudirá nuevamente la población a la vieja Plaza de Armas el 31 de diciembre. Cuentan que allí, todos los santiagueros soplan a la vez para dar buen viento a la ceremonia. Desde 1901, no comienza un año en Santiago de Cuba sin el enigmático designio de la más hermosa y patriótica de nuestras tradiciones.
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