Santiago de Cuba, 15 ago.— El alcance del empoderamiento de la mujer cubana dejó de ser una quimera para convertirse en algo real y cotidiano.
En el municipio de Contramaestre vive
Vilmaris Miranda Osoria, única mujer chofer de taxi de la provincia
Santiago de Cuba que al realizar
este oficio no tradicional se convierte en una expresión concreta de
las conquistas alcanzadas a cincuenta y siete años de creada la
Federación de Mujeres Cubanas en interés de empoderar a las féminas
dentro de la sociedad.
En el municipio santiaguero de Contramaestre ella es símbolo de la prestación de servicio de transportación de pasajeros, va y viene por las carreteras contribuyendo con su esfuerzo a resolver problemas que aquejan a la población.
Vilmaris considera que uno de los momentos de mayor satisfacción en su vida laboral es cuando recoge a pacientes que reciben la hemodiálisis desde diferentes centros hospitalarios.
Por ello el proceso de empoderamiento no solo dio la oportunidad a la mujer cubana para realizar labores como esta, sino que desarrolla el humanismo como un rasgo distintivo de las féminas cubanas después del triunfo de la Revolución.
A sus 63 años, la China como cariñosamente la llaman, considera que no debe ser la única mujer de la provincia santiaguera que realice este tipo de labor. Por ello, exhorta a otras féminas a seguir su ejemplo, lo que asegura la continuidad a un oficio no tradicional pero no imposible.
En el municipio santiaguero de Contramaestre ella es símbolo de la prestación de servicio de transportación de pasajeros, va y viene por las carreteras contribuyendo con su esfuerzo a resolver problemas que aquejan a la población.
Vilmaris considera que uno de los momentos de mayor satisfacción en su vida laboral es cuando recoge a pacientes que reciben la hemodiálisis desde diferentes centros hospitalarios.
Por ello el proceso de empoderamiento no solo dio la oportunidad a la mujer cubana para realizar labores como esta, sino que desarrolla el humanismo como un rasgo distintivo de las féminas cubanas después del triunfo de la Revolución.
A sus 63 años, la China como cariñosamente la llaman, considera que no debe ser la única mujer de la provincia santiaguera que realice este tipo de labor. Por ello, exhorta a otras féminas a seguir su ejemplo, lo que asegura la continuidad a un oficio no tradicional pero no imposible.
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