Plaza de la revolución

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lunes, 30 de enero de 2017

Bombardeo aéreo en Loma de Caracas

Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 30 ene.— Para el núcleo inicial del Ejército Rebelde, integrado por unos treinta combatientes, entre ellos 20 expedicionarios del Yate Granma, no hubo una situación más difícil que la enfrentada el 30 de enero de 1957 cuando la vil traición de su guía principal, Eutimio Guerra, condujo a la aviación enemiga hasta el campamento insurrecto en Loma de Caracas, sometiéndolo a un intenso bombardeo y ametrallamiento que destruyó totalmente ese lugar.

Sin embargo, al regresar a la zona de Caracas después de sus dos primeros combates victoriosos, Río La Plata y Llanos del Infierno, los guerrilleros se percataron de algunas anormalidades entre la población debido a la visita que realizara por la zona el asesino Capitán Casillas Lumpuy, intimidando a los campesinos para que la abandonaran amenazándolos de muerte si ayudaban a los rebeldes.

Al darse cuenta de esa situación, el Comandante en Jefe Fidel Castro, ordenó a  los guerrilleros no pernoctar esa noche en el Campamento de Loma de Caracas y dispersarse por los montes cercanos. Gracias a ello, el ataque de la aviación no causó bajas humanas entre los rebeldes, aunque si destruyó las instalaciones del campamento, fundamentalmente la cocina y la vitualla de campaña del grupo.

Entre los rebeldes existía la comunicación previa que de producirse una situación como esa, debían reconcentrarse después en la llamada Cueva del Humo y así lo hicieron, pero no fue hasta el primero de febrero que la mayoría de los combatientes lograron reunirse en ese lugar.

En este último punto los guerrilleros pudieron recibir algunas ropas y equipos traídos desde Manzanillo, por un grupo de nueve combatientes enviados para reforzar el grupo inicial de 30.

Lo sucedido en Loma de Caracas sirvió de experiencia al Ejército Rebelde, que a partir de ese momento no volvió a levantar cocina al aire libre y proteger mejor los avituallamientos disgregándolos por puntos cercanos.

El autor de la traición que estuvo a punto de exterminar la guerrilla rebelde el 30 de enero de 1957, hace 60 años, se vendió al ejército de Batista a cambio de dinero y grados en sus filas, pero poco tiempo después fue descubierto y juzgado por un Tribunal Revolucionario, que lo condenó a muerte por fusilamiento, ejecutándose la sentencia a mediados de febrero de ese año. La Revolución nunca desamparó a su familia.

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