Plaza de la revolución

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lunes, 15 de febrero de 2016

Isabel Rubio, capitana del Ejército Libertador


Por Armando Fernández Martí

Poco se habla en la historia de la Capitana del Ejército Libertador Isabel Rubio, la mujer pinareña que había abrazado la causa de la independencia y que llegó a ser Delegada del Partido Revolucionario Cubano en su provincia y conoció a José Martí, personalmente, en Estados Unidos.

Isabel Rubio había nacido el 8 de julio de 1837, en Paso Real de Guane, Pinar del Río, y tuvo el privilegio ya con 58 años de edad de recibir en su casa en enero de 1896, al Lugarteniente General del Ejército Libertador, Antonio Maceo Grajales. Con relación a ese encuentro ella señaló: "Necesito practicar lo que propagué", por lo que se incorporó a las filas mambisas con sus dos nietos y un grupo de esposas de combatientes libertadores.

El General Antonio Maceo, por su parte, le otorgó a Isabel Rubio el grado de Capitana de Sanidad del Ejército Libertador y le ordenó trasladarse al este de la provincia pinareña donde se necesitaban sus auxilios y las condiciones eran más favorables para establecer un hospital de campaña que radicó en varios puntos, hasta establecerse en un intrincado paraje denominado Seborucal.

Acompañaban a Isabel Rubio de 25 a 40 personas, entre camilleros, asistentes y esposas de algunos mambises que garantizaban el funcionamiento del hospital, hasta que a ese intrincado paraje llegó una columna española que los atacó.

Cuentan que la Capitana Isabel Rubio encaró a los españoles diciéndoles: "Somos mujeres niños y heridos", pero una descarga de fusiles la derribó, falleciendo el 15 de febrero de 1898, en el Hospital San Isidro de Pinar el Río donde había sido internada como prisionera de guerra, siendo afectada por una gangrena que le invadió la pierna derecha sin recibir atención médica adecuada.

Así terminó la vida de esta digna representante de la mujer cubana a los 60 años de edad que no vaciló en incorporarse a la manigua redentora al mando del Lugarteniente General, Antonio Maceo Grajales, que confió en su capacidad y voluntad para prestarle un gran servicio a la Revolución que Cuba de se lo agradece en todos los tiempos.

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