Plaza de la revolución

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domingo, 27 de julio de 2014

Cuando llueven los recuerdos


Cuando llueven los recuerdosPor Coral Vázquez Peña
 
No recuerdo la primera vez que fui a esa casa. Por ahí entre la familia hay fotos de bodas y celebración de cumpleaños en las que aparezco, era muy pequeña entonces, imposible acordarse.

Con el paso de los años, ya más grandecita, guardo los más gratos recuerdos de ella, a la que íbamos sobre todo cuando venían los primos de Ciego de Avila. Aquellos sí que eran momentos inolvidables, como nos escapábamos de la vista de los adultos y corríamos por el monte, las veces que nos bañamos a escondidas en el río y entonces había que esperar a secarse para poder regresar.

Luego las visitas se fueron alejando, hasta que la villa dejó de ser la casa de recreo de la familia. Para entonces mi abuelo disfrutaba que le preguntaran acerca de aquella morada y de quienes una vez estuvieron en ella. Pero hasta ese momento yo no tenía idea clara de lo que él contaba.

Fue en la época de la adolescencia cuando supe que la villa era Villa Blanca y que el 26 de julio de 1953 había entrado en la historia como la Granjita Siboney sin que la familia lo hubiera imaginado.

Este 26 de julio como todas las cubanas y los cubanos celebré el Día de la Rebeldía Nacional pero sobre todo acuden los recuerdos, especialmente cuando se supo de dónde habían salido hacia el Moncada los jóvenes del centenario y las horas de angustia que vivió la familia cuando mi abuelo fue preso y hasta que quedó en libertad por la declaración de los propios asaltantes.

Una tía que vivió en la villa hasta que la casa se entregó para hacer el Museo guardaba como el más preciado de los tesoros la primera visita que hizo Fidel a la casa después del triunfo revolucionario, mientras mi papá disfrutó cuando se preparaba para declararla Museo.

Nunca me he detenido a contar la cantidad de veces que he ido a la granjita lo mismo por cuestiones de trabajo que invitada en cada aniversario del Museo y siempre es un placer visitarla aunque no dejan de llover los recuerdos de esa etapa de la vida que nuestro Martí llamó de oro.

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