Plaza de la revolución

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viernes, 18 de octubre de 2013

Catar un vino es más que poder distinguir los sabore

Por Brita Garcia Alberteris

Siempre recuerdo la cultura que me inculcaron mis padres. En todos los aspectos de mi vida su inteligencia ha influido muchísimo. El pasado 30 de septiembre mi padre cumplió 50 años y decidió, entre otras cosas por supuesto, celebrarlo con una botella de vino TORNÉS, semidulce que compró en la tienda Casa del Vino de Plaza de Marte. Su olfato y sentido del gusto no esta tan desarrollado como el de los excelentes catadores que tenemos en la provincia, pero mi padre, me enseñó que beber un buen vino es calidad de vida.

Y la calidad máxima para catar un vino se alcanza luego de mucho esfuerzo y trabajo continuado. Los vinicultores deben, para llegar a la creación de vinos con excelencia, ser buenos catadores, no sólo conocer las cantidades de sustancias a mezclar o el momento exacto de cortar la uva cimarrona. Así que los seis clubes de vinicultores que existen en la provincia decidieron auspiciar el Taller de Cata que desde el 11 y hasta el 13 de octubre estuvo sesionando en Villa Trópico.

Productores y catadores de siete provincias del país conocieron que las normas cubanas para evaluar la sensibilidad gustativa de los catadores han cambiado. Antes existían cuatro sabores, ahora son seis; a los conocidos salado, dulce, ácido y amargo se suman el umami y el metálico. Descritos por la especialista del Centro Nacional de Inspección de la Calidad (CNICA) Amada Alcolea, como esenciales en la composición del vino. El umami sabe a caldo de pollo o jamón, como diría el catador Yordanis Rey Quiros, de Camagüey.

Más que aprender cómo se cata un vino, fue excelente escuchar a Noel Morales, Presidente de la Asociación Nacional de Vinicultores. Este campechano descendiente de canarios aplatanados en Cuba, posee una excelente producción de vinos de todas las frutas: naranja, guayaba, fruta bomba, tamarindo, cereza, piña, ciruela china o carambola y hasta de la corteza del mangle. Con los presentes compartió algunas experiencias: “El mejor vino cubano es el de guayaba. Y si se hace con el dulce de casquitos queda mejor. La cocción de la fruta permite buen bouquet al inicio y al final, brindándole un excelente aroma. Uno de los secretos que utilizo para el vino de fruta bomba es incluir una guayaba en cada botellón, esto acentúa el sabor inicial.”

En este intercambio se bebió por supuesto vino santiaguero, producido en las casas de personas que en sus tiempos libres se dedican a cultivar el arte de crear vinos, legado por las culturas europeas más antiguas y traído a Cuba por los españoles.

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