Plaza de la revolución

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lunes, 15 de julio de 2013

Un japonés en Santiago de Cuba

Por Marta Rojas Lunes

Lidia Sánchez Fujishiro, acaba de publicar un pequeño gran libro sobre su abuelo Kenichi Fujishiro, el único japonés que se estableció en Santiago de Cuba, hace un siglo. Una historia de amor se subraya en el título publicado por Ediciones Santiago.

El nombre de Kenichi Fujishiro apareció impreso en Cuba, por primera vez, el 18 de noviembre de 1990. Fue en el periódico Granma Internacional: así se conoció en Japón de la existencia de una única familia de origen japonés en Santiago de Cuba. Ocho años después se sabría por el diario, que los Fujishiro de Japón descubrían a su familia cubana. Karelia, biznieta de Kenichi viajaba al país y ciudad natal de su abuelo.

Numerosos japoneses que entre 1990-1998 visitaron a Cuba, además del interés mostrado por la representación diplomática japonesa en la Isla dada la singularidad del emigrante japonés en Santiago, hicieron posible el encuentro.

La ubicación de la familia de Kenichi fue muy difícil, entre otras razones porque los nombres de las localidades habían cambiado entre el 28 de mayo de 1913 en que se registra la presencia de Fujishiro en Cuba y la década de los años noventa y aún más atrás, tomando en cuenta la fecha de su nacimiento en el siglo XIX. El amor a la familia y el deseo intenso de Antonia Mustelier Baró, "Ñica" —como conocían a la viuda de Fujishiro— de que supiera en Japón el destino de ese joven emigrante que se quedó en Cuba por amor, salvó todas las dificultades lógicas, para encontrar la familia de aquel joven.

Kenichi había llegado a Santiago por azar. Estaba enfermo de fiebres y fue ingresado en el Hospital Saturnino Lora, sus compañeros de viaje continuaron el periplo previsto y él debió reincorporarse al grupo en una fecha determinada, pero durante el tratamiento médico él y Antonia, la enfermera cubana que lo atendía, se enamoraron. Tan fuerte fue el lazo que decidió quedarse en Santiago de Cuba. Allí estableció un pequeño comercio donde se vendían curiosidades: tanto globos, como confituras especiales.

Tuvo una vida relativamente corta pero fundó una familia ejemplar. Hijos y nietos siguieron su ejemplo de laboriosidad, estudio y amor a los dos troncos familiares.

Lidia Sánchez Fushijiro, ha escrito un libro singular y emotivo que ya ha pasado a formar parte de la historia de la nacionalidad cubana, por una raíz poco frecuente, y de un solo individuo —en 100 años—, en Santiago de Cuba.

La historia de Kenichi Fujishiro, presume un guión cinematográfico, a partir de la obra de investigación histórica del género testimonio que la instan a ampliar, en tanto ya se ha establecido el vínculo entre las dos familias, con el amor como hilo conductor, fundamental. Fujishiro nació el 29 de agosto de 1892, era el segundo hijo del matrimonio de Kokichi y Haru en la antigua villa de Fusamoto, situada cerca del río Isumi en la zona de Otaki, región Kanto. En la actualidad esas tierras son parte del distrito Chiba, una

de las prefecturas de Honshu, la isla más grande de Japón. Según la búsqueda de información al respecto, realizada por la profesora Lidia Sánchez Fujishiro, ese lugar fue asiento humano desde tiempos prehistóricos.

Fujishiro nació en una región muy tradicional del Japón en la cual, justo en 1868 se apreciaron importantes transformaciones. Coincidentemente se estableció en Santiago de Cuba y fundó su familia en momentos en que existía una fuerte restricción para la emigración japonesa. Fujishiro renuncia a su grado de sargento y luego abandona el ejército; se despide de su familia (1913) y viene a América. El primer puerto al que arriba, pudo ser México, transita por Centroamérica y llega a Cuba seguramente desde Yucatán. Tenía 20 años de edad. Decide nombrarse Francisco. La autora dice que la sabiduría popular lo convierte en "embajador" del Imperio del Sol Naciente, en Santiago.

Sin duda es así pues mi padre hablaba de "Fujishiro el caramelero" o "el embajador". De ahí que lo incluyera como un personaje en mi novela El columpio de Rey Spencer (1993) sobre emigrantes en Santiago de Cuba, en las primeras décadas del siglo XX.

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