Plaza de la revolución

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sábado, 18 de febrero de 2012

18 febrero de 1957: Manifiesto del 26 de Julio a la nación cubana

Autor :Armando Fernández Martí

Después que el 17 de febrero de 1957, 55 años atrás, se produjera la entrevista del Comandante en Jefe Fidel Castro con el periodista Herbert L. Matthews, del diario norteamericano The New York Times, tuvieron lugar en el mismo escenario, la Finca El Chorro, del Jíbaro, en la Sierra Maestra, dos hechos decisivos para el futuro de la Revolución en marcha.

En primer lugar, se efectuó una reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio a la cual asistieron, entre otros, Frank País García y Faustino Pérez, así como Celia Sánchez y Vilma Espín como invitadas.

Después de una valoración de los 79 días transcurridos desde el desembarco de los expedicionarios del Granma hasta esa fecha, Fidel planteó la necesidad de un mayor fortalecimiento de la guerrilla, tanto en hombres como en armas, sin lo cual sería un tanto difícil o más lento el desarrollo futuro del Ejército Rebelde en las montañas, que en esos momentos no rebasaba la cifra de 30 combatientes.

De esta importante reunión surgió el compromiso de Frank País de enviar a la Sierra Maestra en el más breve tiempo posible un importante refuerzo en hombres y armas, que permitiera a la guerrilla un mejor desempeño frente a las tropas enemigas que operaban en ese territorio montañoso y que sumaban ya varios cientos de soldados bien armados.

Asimismo Fidel redactó un nuevo Manifiesto del Movimiento 26 de Julio a la nación explicándole al pueblo las circunstancias actuales de la lucha revolucionaria y la necesidad del apoyo popular para derrocar a la tiranía batistiana. En los días posteriores circuló clandestinamente por el país, debido a la censura de prensa establecida por el régimen.

Otro hecho ocurrido después de la entrevista entre Fidel y Matthews fue la captura del traidor Eutimio Guerra, que en esos momentos merodeaba por las cercanías de la Finca El Chorro, tal vez con propósitos nada saludables.

Hecho prisionero a Eutimio se le ocuparon una pistola calibre 45, tres granadas de mano y un salvoconducto firmado por el asesino Joaquín Casillas, para que circulara libremente entre las filas del ejército batistiano, lo cual fue una prueba más de su traición.

Eutimio Guerra fue sometido a juicio frente a los que habían sido sus compañeros de la guerrilla reconociendo su gravísima falta y los daños que l e había causado al naciente Ejército Rebelde por lo cual fue condenado a muerte. Esa misma tarde-noche en medio de un fuerte aguacero y una tormenta eléctrica, la sentencia se ejecutó de manera ejemplarizante para el futuro.

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