Plaza de la revolución

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lunes, 11 de noviembre de 2019

Trova y ciudad, el mundo de Ramón Cisneros Jústiz

Por Maria Elena López Jiménez

Santiago de Cuba, 11 nov.— Trovaba con su hablar aunque Ramón Cisneros Jústiz no entonara ni una nota musical en su vida durante 86 años que existió dedicado por entero a la ciudad, la suya, que lo vio nacer en 1911 en la localidad de Siboney. La misma de grandes cantores, dígase Compay Segundo y los Hierrezuelo.

En los archivos del periódico Sierra Maestra están sus estampas y en la memoria, las santiaguerías de Tele Turquino; su voz ronca y pausada que calaba hondo cuando comentaba de su pasión: todo lo que concerniera a la ciudad aunque su fuerte era la trova; de la misma era un maestro doctorado, imposible de calificar y de olvidar cuando se refería a todo el movimiento cantor santiaguero.

Y hablemos del periodista convertido en narrador de pura cepa, autor de las santiaguerías: “el viejo jiquí”, como él se evaluó así mismo un día, se mantiene en los decires de su pueblo, con sus cuentos y anécdotas, recogidas

algunas en su libro “Pequeño Managüí de cosas nuestras”; otras se encuentran en la tradición oral, sobre todo, en la memoria de quienes lo seguíamos por los programas televisivos, en vivo, o con su presencia en la casa de la trova o en cualquier esquina de la vieja ciudad santiaguera.

Santiago de Cuba es una dedicación permanente a los cuenteros que la pintan con todos los colores del “Ajiaco cubano”; por esto y mucho más, la crónica enaltece al “fuerte jiquí”, a Cisneros Júztiz.

Doy gracias a la vida por haber trabajado muy cerquita de él, cuando escribíamos para el programa televisivo “Guión Cinco”. En sus años de periodista en el entonces diario Sierra Maestra, cercano a dos cuadras de la “Casa de la Trova”, narraba en tertulias de redacción, mil y una anécdotas del surgimiento de la “Pepe Sánchez”.
 
Refiero un pasaje del especialista en temas culturales, master Miguel Angel Gaínza, cuando inició una amistad que se convirtió en una relación muy fuerte entre colegas: ”A Cisneros Jústiz se deben nuestras primeras visitas a esa genuina catedral de la trova cubana en la calle Heredia y al conocimiento que atesoramos sobre este rincón sublime que el vendedor ambulante en los campos orientales, Virgilio Palais, fundó junto a varios de sus coterráneos, amantes como él de la trova y del bolero cubano, ese género musical que para suerte del mundo nació del ingenio del sastre Pepe Sánchez”.

El “Pequeño managüí de cosas nuestras” representa una lectura obligada para los amantes de las tradiciones santiagueras; en sus 76 páginas, viven diferentes curiosidades folclóricas, a la manera de Cisneros, libro editado en 1981 por la Editorial Oriente. Muestra la gran sabiduría de su autor, quien le encantaba compartirla con todos.

La “Estampa” de Santiago de Cuba, búsquela en Ramón Cisneros Jústiz

Gaínza Chacón afirma con mucha razón que ninguna historia sobre el universo periodístico de la ciudad de Santiago de Cuba comprendido desde los años 40 hasta el final del siglo XX, puede ser escrita si faltaran tres nombres con sus especialidades: Rolando Castillo Montoya, maestro del reportaje y la crónica; Luis Arias Verdecia, en la fotografía periodística; y para mostrar la ciudad folclórica, bullanguera, carnavalesca y trovadoresca, nadie mejor que el entrañable Ramón Cisneros Jústiz.

Y Gainza destaca a un encuentro fuerte que tuvo un reportero nuevo con los conceptos del viejo “jiquí” cuando se le ocurrió calificar por primera vez al Carnaval Santiaguero como el “Rumbón Mayor”, quizás impresionado por la magnitud del festejo más popular de Cuba; Cisneros lo esperó aquella mañana en la entrada del periódico ubicado para ese momento en la calle Santa Lucía, casi esquina a San Félix: “Oye, chico, qué es eso de Rumbón. Esa palabra no existe. Eso es un error. No vuelvas a poner eso, muchacho”.

Lo escribo como lo contó Gainza en su blog: “La audacia del redactor novel tuvo dos resultados:

El primero: reconoció la veracidad del señalamiento, mucho más cuando este partía de Ramón Cisneros Jústiz, toda una cátedra en esos temas de bohemios trovadores y de fiestas y costumbres santiagueras.

El segundo: La recriminación bastaba para desalentar a cualquiera, pero el aprendiz al percatarse de que el término Rumbón gustó tanto entre los santiagueros lo siguió utilizando hasta quedar para repetirse hasta la saciedad entre el pueblo, especialmente cuando llega julio y hasta el sol y la lluvia en esta ciudad multicolor y musical, tienen el sabor de la fiesta más abarcadora de Cuba.

Además, en una muestra de esa altura de hombre que siempre tuvo el viejo Cisneros, solo hizo la observación al joven periodista, y en el colectivo reporteril nunca se enteraron. Entonces el calificativo, pintoresco como el propio Carnaval, entronizó la fiesta, aunque cada vez que lo utiliza, el redactor se acuerda de la imagen benévola de Cisneros Jústiz.

Y en verdad, para quienes conocimos a Ramón es difícil olvidar sus pláticas. Era una enciclopedia sobre la trova y un avezado en las narraciones costumbristas de Santiago de Cuba. ”Matizaba cada palabra sobre su amor por la cultura; trabajó en el periódico Sierra Maestra luego de incursionar en rotativos y revistas antes del triunfo de la Revolución; después del 1959, laboró en la Revista Combatiente, órgano del Ejército Oriental y cada domingo publicaba en el “Sierra Maestra” la sección “Estampas” sobre personajes y hechos típicos de la ciudad, siempre con caricaturas de Falcón.

Cisneros, ¿una memoria de Santiago?

Sus experiencias las pintaba desde Arroyo Casabe, rincón donde nació el 20 de febrero de 1911, sitio de historias vivas; sus padres influyeron en la manera de existir y su afán insaciable por la lectura, que fue más allá del cuarto grado en la escuelita pública en Santiago de Cuba, los estragos del paludismo, del oficio de platero para ayudar a la familia…

La coreógrafa Tania Bell, destaca en su biografía que él hacía hincapié en los buenos libros, por encima de todo; Tania sabe del amor que le profesó en su crianza; la quiso como a una hija.

En sus años mozos, se afilió a la Liga Juvenil Comunista, luego al Partido Socialista Popular; y mantuvo la auto preparación y su afinidad por las crónicas, escritas en las páginas del periódico “Hoy”, mientras trabajaba en muchos oficios, casi como un “buscavidas: lo mismo de platero que de ayudante de carnicería, estibador, pulimentador o auxiliar de marina.

En la Revista Combatiente, el periódico Sierra Maestra, la emisora CMKC Radio Revolución y en Tele Turquino, Cisneros Jústiz desarrolló su mundo de investigaciones y su labor de historiador de esta urbe oriental; combinó todo ese arsenal de conocimientos con un hablar muy fluido y palabras bien expresadas. Un hombre muy agradecido con la vida.

Condecoraciones y distinciones hablan su abnegación: la “Félix Elmuza”, de la UPEC; la Placa de Reconocimiento José María Heredia, la “Raúl Gómez García”, del Sindicato Nacional de Trabajadores de Cultura; las medallas de Alfabetizador, de la Lucha Clandestina, XX Aniversario de la Revolución, la de Combatiente, las de los aniversarios del Sierra Maestra.

Aquí está su existencia y su obra que no se detuvieron cuando dijo adiós físicamente, a los 86 años de edad, el 12 de abril de 1997 porque “el viejo jiquí” vive en cada santiaguería o en las historias que aun están por decir de su añeja y pintoresca ciudad, su Santiago de siempre.

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