Por Yulia González Bazán
Santiago de Cuba, 12 feb.— Sangre haitiana y cubana corre por las venas de Odilia Solo Soyé (Matiti). Ella es hija de descendientes de aquellos haitianos que emigraron a Cuba en busca de una vida mejor, con la esperanza quizás de volver algún día a la añorada tierra ancestral. Con orgullo muestra hoy lo aprendido en el seno de la comunidad de Tompson, una de las tantas diseminadas por los campos del oriente de Cuba, y donde los inmigrantes haitianos encontraron la forma de preservar sus costumbres.
Cuentan que desde antes de la llegada de Cristóbal Colón a la isla ya había en ella población procedente de Haití: "tierra de altas montañas". Sin embargo la historia reconoce dos grandes momentos donde la inmigración de haitianos a Cuba se hace más evidente.
El primero tuvo su origen por los acontecimientos que condujeron a la revolución haitiana de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Sobre esta etapa Yaumara López, investigadora de la Oficina del Conservador de la ciudad, nos comenta que "hicieron un teatro en la zona alta de la ciudad, las modas en el vestir fueron asumidas también por la población, en la educación el impacto también fue muy importante, la gente quería que sus hijos aprendieran a hablar francés, a tocar el piano, a pintar. Asumieron la etiqueta francesa como una educación de estilo. En la cocina impactó en la forma de preparar platos y bebidas. En la cultura en su forma más amplia tuvo su impacto en la economía. Fueron espacios culturales muy complejos y muy útiles"
Por todo ello Santiago de Cuba ostenta hoy dos declaratorias de patrimonio cultural de la UNESCO: el Paisaje cultural de las plantaciones cafetaleras y la tumba francesa La caridad de Oriente.
El segundo, fue producto del desarrollo de la industria azucarera y cafetalera a principios del siglo XX. Al respecto Alexis Alarcón, Investigador Casa del Caribe, argumenta que "esos haitianos vinieron a trabajar a las plantaciones como mano de obra barata. Pero ellos vinieron con su cultura, sus costumbres y religión"
Orlando Vergés, Director de la Casa del Caribe reafirma este criterio y agrega que "es muy fuerte y muy profunda esa presencia, y de un alcance insospechado: en la culinaria, en la música, en el respeto a los mayores, en el imaginario, la presencia haitiana es muy fuerte sobre todo en el oriente de Cuba"
La Revolución triunfante del Primero de enero del 1959 cambia radicalmente el panorama del haitiano y sus descendientes en Cuba. Desde entonces ellos gozan de los mismos derechos y participan en el cumplimiento de las responsabilidades igual que el resto de los cubanos.
Tradiciones, modos de vida que hoy nos permiten afirmar que la haitianidad está presente en la cultura cubana. Aunque como bien insistiera el reconocido investigador cubano Joel James Figarola, en su obra El vudú en Cuba, esta interacción tiene su reinado en el ámbito rural.
Y es precisamente la religión un elemento fundamental en la comunidad haitiano-cubana… Se dice que a través de ella canalizan su vida. De ahí la importancia de la conservación y transmisión de esta concepción preservada en los marcos del seno familiar.
El festival del Caribe, desde su fundación en 1981, es el evento que hace visibles a estas comunidades a partir, de los grupos portadores de las expresiones artísticas que vienen al festival y toman las calles de Santiago de Cuba.
"Todavía sigue habiendo un día de Haití dentro del Festival del Caribe, que es el día 7 de julio, donde sacamos a un mismo espacio a todas esas agrupaciones, que son mayoría en el Festival del Caribe, yo diría que del ciento por ciento un poco más de la mitad son provenientes de las comunidades haitiano cubanas"
Por ello hoy Matiti hace gala de lo aprendido y expone al mundo cómo siendo ella cubana de nacimiento conserva lo heredado de sus ancestros, y lo incorpora como un ingrediente insoslayable en el ajiaco que es la cultura cubana.
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