
Por Rosana Pascual de la Cruz
Santiago
de Cuba, 11 sep.— Es septiembre un mes de recordación para todos los
cubanos. Varias son las fechas que convierten sus jornadas en historia,
pero sin lugar a dudas cada día 11, pensar en el Comandante Juan Almeida
Bosque representa motivo ineludible para el pueblo al que tanto legó.
Cinco años después de aquel momento en 2009, cuando todo Santiago se
estremeció ante las notas de la Lupe y en solemne tributo acompañó su
féretro hasta donde descansaría eternamente; se recuerda al hombre
cercano, sensible pero a la vez radical.
Desde sus orígenes
humildes supo que a la tierra donde nacemos, se venera y defiende al
precio necesario. Sus hazañas así lo reafirman y cada cubano da fe de su
valía como guerrillero y amigo: el Moncada, el presidio modelo en Isla
de Pinos, el Tercer Frente Mario Muñoz Monroy son muestra de ello.
Posterior
al triunfo nuevas responsabilidades asumiría el Comandante Almeida,
entre ellas la Dirección Motorizada del M-26-7, hasta jefe de la Fuerza
Aérea del Ejército Rebelde y jefe del Ejército, tras la desaparición de
Camilo Cienfuegos.
Miembro del Buró Político del Partido
Comunista de Cuba hasta su muerte, su fidelidad incondicional lo
perpetúa en la historia patria; pues Almeida es uno de esos hombres que
nunca se van, una de esas figuras que trascienden los límites de la
mortalidad, para convertirse en icónicos de una revolución que nació
obra de sus ideas.
Recordarlo hoy no es pensar en su partida,
recordarlo hoy es volver a pensarlo entre nosotros, es escuchar una de
sus canciones, es verlo multiplicado en un pueblo que aprendió de sus
victorias y guarda como tesoro invaluable el ejemplo de este cubano
inmortal.