Por Armando Fernández Martí
La historia también tiene sus paradojas. Hace apenas 48 horas terminó con todo éxito en La Habana, la Segunda Cumbre de la Comunicada de Estados Latinoamericanos y Caribeños, donde los 33 países de esta región del mundo se estrecharon en un fuerte abrazo de hermanos de la Patria Grande, que soñaron y por la cual lucharon Francisco Miranda, Simón Bolívar, José Martí, Fidel Castro y Hugo Chávez.
Pero hace 52 años la historia fue bien distinta, porque el 31 de enero de 1962 Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americanos, la tristemente célebre OEA, durante la celebración de la Octava Reunión de Consultas de los Ministros de Relaciones Exteriores, que se llevó a cabo en Punta del Este, Uruguay.
El argumento para la expulsión de Cuba del Sistema Interamericano se basó en la Resolución Sexta de ese Foro, la cual establecía "la adhesión de cualquier miembro de la Organización de los Estados Americanos al marxismo-leninismo y al alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista quebrantaba la unidad y solidaridad del hemisferio"
Claro está que quien dirigió la orquesta de este ministerio de colonias, como la llamó el canciller de la dignidad Raúl Roa, era Estados Unidos, la misma nación que en 1823 formuló la Doctrina Monroe señalando que "América era para los americanos", y en 1845 la Doctrina del Destino Manifiesto, es decir, que gracias a la providencia, Norteamérica fue designada a extender su hegemonía sobre todo el continente.
Para ser efectivas tales doctrinas el imperio impondría a la América Latina Tratados de la Junta Interamericana de Defensa, en 1948; el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en 1947 y un año después, en 1948 se creaba la Organización de Estados Americanos, la OEA.
Ninguno de esos tratados hizo nada por la unidad del Sistema Interamericano de Naciones, por el contrario, mantuvo su hegemonía sobre esos países mediante el dominio de sus economías y si fuese preciso, mediante el uso de la fuerza como sucedió en varias naciones donde el imperialismo intervino militarmente.
La Revolución Cubana fue una espina que se clavó en el corazón de los Estados Unidos, como lo ha demostrado la historia, y por tanto, esa herida llegó también a la OEA, pues en el propio enero de 1959 durante su visita a Venezuela el Comandante en jefe Fidel Castro había proclamado: "¿Hasta cuándo vamos a ser víctimas de intereses poderosos que se ensañan con cada uno de nuestros pueblos? ¿Cuándo vamos a lanzar la gran consigna de unidad?"
Tendrían que pasar 55 años desde entonces hasta hoy, para que esa consigna se hiciera realidad, para que nuestros pueblos fueran verdaderamente libres, independientes y unidos, para que el gigante de las siete leguas no nos siga acechando y para que la América para los americanos no siga siendo de los hombres de pelo rubio y ojos azules sino que sea para el indio, para el gaucho, para el negro, para el minero, para el salitrero, es decir, la América de bolívar y de Martí, nuestra América.
Con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, puede decirse que la OEA forma parte ya del basurero de la historia.
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