Santiago de Cuba, 13 ago.— Con expresiones de amor y respeto los santiagueros rinden hoy homenaje y evocan al eterno líder Fidel Castro, por el aniversario 93 del nacimiento del excepcional hijo de Cuba que hizo y condujo una Revolución más grande que nosotros mismos y legó una gigantesca obra en beneficio de su pueblo.
Su recuerdo está más vivo que nunca en la tierra heroica y rebelde por la que sentía un especial cariño, y que su gente le reciprocó con la confianza de un padre, hermano o amigo en el Parque Céspedes, en la Ciudad Escolar 26 de Julio, en el balcón del antiguo Ayuntamiento, o sencillamente en cada calle y en cada casa.
Nadie olvida que en esta ciudad de épica tuvo su Moncada, esa madrugada gloriosa del 26 de julio de 1953 en que el cielo fue tomado por asalto; y su 30 de Noviembre, el día en que la urbe se alzó vestida, por primera vez, del verde olivo de la sierra y la esperanza para apoyar el desembarco del Yate Granma.
La misma que estremeció a los cubanos con su Primero de Enero en el propio corazón de la urbe, para proclamar el triunfo de una Revolución a la que enseñó a cuidar como la niña de los ojos, para que ningún enemigo prepotente y soberbio pudiera dañarla ni arrebatarle la libertad.
Se evoca este 13 de agosto su vínculo extraordinario con esta ciudad brava y hospitalaria, donde vino a estudiar desde niño, sintió el apoyo incondicional de Frank País y los luchadores clandestinos en los días de la guerra, y le inspiraron y tendieron los brazos para mantener bien alta la espada, en su empeño de constructor de la Patria nueva.
A su regazo venía una y otra vez a celebrar victorias, recordar la historia y a sus mártires, reflexionar sobre medulares temas de la política exterior y de situaciones internas como lo hace un padre con sus hijos e hijas; o denunciar, en complicidad, maniobras del enemigo que no se conformó nunca ante la osadía de Fidel y los cubanos.
Se mantiene en la memoria colectiva lo ocurrido el primero de enero de 1984, cuando le entregó el Título Honorífico de Ciudad Héroe de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo, por simbolizar el heroísmo de un pueblo y de una nación; ni su conmovedora frase de Gracias Santiago, que caló profundamente en la gente.
Palmo a palmo en este pedacito de Cuba conocen bien de la grandeza de Fidel, el hombre que puso luces en el corazón de los cubanos para que aprendieran a leer y escribir y para que aprendieran también a defender sus conquistas hasta con las uñas si fuera necesario.
Testimonios abundan de que sembró amor a manos llenas, lo siente una mujer sencilla que se llama Meida; también Zeyda, quien fuera miembro del Consejo de Estado y él siempre le ponía la mano en el hombro y le decía santiaguerita con mucho cariño, o el locutor Noel, el cual cumplió todas sus órdenes el Primero de Enero porque "Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución".
Y esta tierra que hoy celebra con los sueños cumplidos el cumpleaños 93 de Fidel, siente el privilegio adicional de custodiar sus cenizas y rendirle honores todos los días, con la certeza de que se continúa la marcha con lealtad indetenible tras su ejemplo, levantando un monumento a su mayor legado: la unidad.
Hoy se rememoran sus visionarias palabras porque el Comandante en Jefe había vaticinado en la clausura del Cuarto Congreso del Partido Comunista de Cuba en la histórica plaza santiaguera “(…) los hombres pueden morir, ¡pero las ideas no morirán jamás!
Ya lo dijo el cantor de la hermana Venezuela, Alí Primera: Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos. Fidel seguirá latiendo a nuestro lado y al frente como el guerrero invicto de todas las batallas, vivo en el alma de la Patria, en el corazón de Santiago.