
Por Rogelio Ramos Domínguez
Santiago
de Cuba, 14 jul.— ¿Se puede vivir de la tierra en Cuba trabajando de
sol a sol, sembrando, arando? ¿Se puede levantar vivienda y alimentar a
los suyos? David López Calzado tiene respuesta, este campesino de Songo -
La Maya pertenece a la CCS Frank País ubicada en Peladero y no solo
produce para su pueblo, gana miles de pesos alejado de las grandes
urbes. Le visitamos:
"Yo tenía una carpintería", me dijo,
"pero la desarmé porque había muchos problemas con la madera, luego
compré el tractor y en el 2008 me dieron esta finca" Lo dice desde
Carsterbí, un territorio a unos 17 kilómetros de La Maya.
Nos
hemos movido hasta su casa en su tractor, maneja David, otro, porque el
padre y su hermano llevan el mismo nombre y los del barrio les llaman
los Davices, son de la Güira, Matahambre, pero se han instalado ahí.
Atravesamos
caminos llenos de fango, con enormes charcos que dificultan el paso,
la ruedas del tractor disparan hacia atrás trozos de barro, nos reímos
un poco, somos un grupo de periodistas y fotógrafos que vamos a visitar
el milagro de una pequeña finca que antes fue solo maleza y hoy produce
un cuarto de millón de pesos para la familia.

La
casa es toda de madera y techo de fibrocemento, hay corrales de puercos
hechos de acero, una caseta aledaña donde descansa una cosechadora de
frijoles.¨
Esa la hice yo mismo, dice David que ya se ha quitado
la camisa pero no la funda del machete ni el celular.¨ Con eso recojo
mis frijoles y luego los de otros campesinos que me pagan con maíz.
Hay
un motor Casterpila tirado casi en una de las pendientes, la casa está
situada a mitad de una montaña: "Con eso aserraba aquí toda la madera",
nos dice y pasa a mostrar otros de los inventos que ha hecho. Van desde
arados hasta instrumentos de carpintería.
"Marabú, se llama la
finca, era marabú por todos lados y lo fuimos arrancando poco a poco
hasta que logramos sembrarla, hoy tengo nueve cultivos: calabaza, ñame,
yuca, dos tipos de frijol, dos variedades de plátano y papaya".
David
se mueve con orgullo por el pequeño patio en el que las gallinas y los
patos se reparten espacio, dos niños dan vueltas con sus bicicletas
chinas y los vecinos acuden a ayudarlo, el hombre escoge uno de los
puercos y dice que lo maten, en pocos minutos el animal es escaldado
sobre una mesa, mientras hablamos.
"Aquí trabajamos mi hermano,
mi papá, un amigo de siempre y la familia" se refiere a su esposa que
es maestra, un pequeño y su hija que estudia medicina en Santiago de
Cuba: "La niña está en tercer año¨, dice,¨ pero cuando viene se pega con
nosotros".
Como hecho a propósito suena su celular y es la
muchacha, sabe que estaríamos en esa jornada y quiere conocer cómo anda
todo. David graba la conversación en su cell y luego nos deja escuchar,
se nota una familia feliz ."Le compré una computadora", nos dice, le
pregunto cómo y arremete: "Con mi plata", y su celular, "me da pa eso".

Nos
fuimos casi de noche, la familia se reunió a escuchar rancheras, lo
hacían en un equipo Sony situado en la sala, en un mueble de cedro junto
a un reproductor de DVD y un televisor, todo ese día fue alegre, cada
palabra, los gestos: El padre de los davices parecía tener ante sí el
momento de esplendor esperando siempre, hablaba de su hijo, de cuanto
han hecho, de la finca y sus nietos.
Al partir, otra vez el
tractor, el fango, el verde intenso de los campos; todo detrás pero
sabiendo que se podía vivir del campo, lejos de toda urbe, de ese gran
cráneo ahumado de alucinaciones que es la ciudad. David lo ha logrado,
casi un cuarto de millón de pesos gana al año y ahora suma las dos mil
latas de café que se le estiman para esta cosecha, todo con el sudor de
la frente, con el trabajo que sale de sus manos.