Santiago de Cuba, 11 jul.— Cerca de un millón de personas han visitado el Cementerio Santa Ifigenia desde diciembre. Vienen desde toda Cuba y el resto del mundo para hacer una reverencia silenciosa o dejar una flor ante el monolito de Fidel.
Algunos
repiten la visita. Entonces, algo llama su atención. Entre los 133 mil
metros cuadrados del camposanto santiaguero, sembrado de tumbas
monumentales, una paloma escogió para posarse el conjunto escultórico
del eterno Líder de la Revolución cubana.
Nadie sabe exactamente cuándo llegó, pero hace más de seis meses se alza, vuela lejos, pero siempre regresa aquí.
Los más asiduos cuentan que en las tardes tranquilas, abandona su pináculo y llega hasta la piedra. Unos dicen que la cuida, para otros es un símbolo mesiánico de paz. Evoca entonces la leyenda que en dos ocasiones confirmó el evangelio de la libertad.
Nadie sabe exactamente cuándo llegó, pero hace más de seis meses se alza, vuela lejos, pero siempre regresa aquí.
Los más asiduos cuentan que en las tardes tranquilas, abandona su pináculo y llega hasta la piedra. Unos dicen que la cuida, para otros es un símbolo mesiánico de paz. Evoca entonces la leyenda que en dos ocasiones confirmó el evangelio de la libertad.
La primera vez fue en la antigua fortaleza de Columbia. 8 de enero de 1959, La Habana recibía enardecida a los barbudos. Cuentan que una paloma había sido entrenada para saludar con su vuelo la llegada del Ejército Rebelde en su caravana libertadora.
Sin embargo, al soltarlas se alejaron y desaparecieron. Fue entonces cuando emergieron otras, revoloteando desde la multitud, para posarse sobre el hombro izquierdo de su Líder.
Para muchos, el aura de grandeza que ya se asociaba a Fidel, quedaba ungida de divinidad. Pasarían 30 años de Revolución para que otro 8 de enero, regresara una paloma al hombro del Comandante en Jefe, mientras hablaba a la juventud.
Han pasado casi 60 años del milagro rebelde de la libertad. El mito de la paloma de Fidel revive y vuelve a ser una revelación para el imaginario popular.
Desde aquí acompaña su descanso, atraída por toda la gloria de este grano de maíz.