
Por Armando Fernández Martí
Santiago
de Cuba, 24 ene.— “El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente”,
así comenzó el 24 de enero de MIL 880, hace hoy 136 años en el Steck
Hall, de Nueva York, la lectura patriótica de José Martí a los emigrados
cubanos residentes en esa ciudad norteamericana
, lo cual marcó el inicio de su
propaganda revolucionaria en el extranjero, con el pensamiento puesto en
la guerra necesaria que él organizaría años después, para arrebatarle a
España la independencia de la isla ante la imposibilidad de aspirar a
ella por otras vías.
Martí había regresado a Estados Unidos
en MIL 879 después de haber sido deportado por segunda ocasión por las
autoridades españolas de la isla, a la cual había regresado tras el
Pacto del Zanjón, siendo muy doloroso para él dejar en Cuba a su esposa y
a su pequeño hijo José Francisco, así como a Doña Leonor, la madre y
sus siete hermanas, que no solo querían tenerlo a su lado, sino que
aspiraban a que pudiera ayudarlas económicamente.
En ese discurso
del Steck Hall a los emigrados, Martí señalaría también que “esta no es
solo la revolución de la cólera, es la Revolución de la reflexión”, en
tanto combate las falsas promesas españoles respecto a Cuba a la vez
que insiste en sus principios y empeños separatistas, al pedir la unión
de todos los cubanos honrados, sin distinción de raza o clase para la
nueva batalla.
Esa unión, tanto de las viejas generaciones como
los que combatieron en la guerra de MIL 868, como la de los Pinos
Nuevos, generación que había nacido y crecido añorando su propia patria,
sería uno de los principios que conducirían a José Martí, en MIL 892, a
la creación del Partido Revolucionario Cubano para agrupar a todos los
que estuviesen dispuestos a luchar por la independencia y para dirigir
la guerra contra España, terrible, pero necesaria.
En esa lectura
patriótica del 24 de enero de MIL 880, en el Steck Hall, de Nueva York,
Martí expresa además que” adivinar es un deber de los que pretenden
dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos”, y
luego precisa “ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida,
es el verdadero jefe de las revoluciones.
Esta etapa preparatoria
de la Revolución Cubana iniciada hoy hace 133 años, de extendió por 15
años y abarcó más de una veintena de países hasta que el Apóstol llevó a
Santo Domingo en marzo de MIL 895, donde junto a Máximo Gómez firmó el
Manifiesto de Montecristi, devenido en la piedra angular programática de
la nueva contienda, donde destaca la necesidad de una guerra necesaria y
breve, no contra el pueblo o el simple ciudadano español, sino contra
el régimen colonial que oprimía y esclavizaba a la patria.