Songo-La Maya, Santiago de Cuba, 11 oct.— Nada que ver con los personajes de Erskine Caldwell: deprimidos, en tierra baldía, acaso incandescente. Los de aquí plantan su nuevo tabaco en La Lombriz, el sitio en el que pernoctara José Martí en 1895 y que describiera en su diario de campaña como hermosa, venerada tierra.
Deivis
Rodríguez aguarda con su ramillete de posturas al lado del surco, está a
punto de comenzar la ceremonia de siembra, a su alrededor decenas de
tabacaleros de Songo–La Maya, es la CCS José Antonio Hechavarría y
arrancan con esta nueva producción. Junto a Deivis Rodríguez familiares
que ven en el tabaco la posibilidad de ganancias y mejor vida.
“El tabaco lo pagan rápido” dice el campesino, “lo otro, a veces no”, y conocemos de meses sin pago por tropiezos de cooperativas, retenciones del banco y otras rarezas que lastran la cadena de productividad y le hacen difícil la estancia a estos campesinos en las lomas.
Hay en la finca autoridades municipales, la propia secretaria del Comité Municipal del Partido en el Territorio, Yudith Rodríguez ha trepado la cuesta, a pie, para presenciar la arrancada. Son cuatro hectáreas y el semillero está calificado como el mejor del territorio.
La tradición tabacalera había muerto en La Lombriz, narran campesinos locales: “No pagaban casi”, dice suspicaz Deivis. “Ahora es distinto” y cita a un campesino de Avilio Castro en el consejo popular de Yerba de Guinea que en su primera cosecha se compró una motocicleta.
Son historias con todo su peso, pero a la larga es también, el aporte a la economía local, el uno por ciento de lo obtenido por la empresa tabacalera pasa a beneficiar al pueblo.
Con el conocido como, “Uno por ciento”, se termina una sala de hemodiálisis en Songo-La Maya, se construyó una cremería, repararon calles y viviendas.
Es de mañana, el tabaco hay que sembrarlo antes que el sol sea más fuerte, mojan los surcos con un agua bombeada desde el caudaloso río de Jarahueca que tiene agua suficiente, soportaría absolutamente el crecimiento del tabaco.
Antes de comenzar la faena hablan algunos directivos: Gonzalo Pérez Ortiz, Gonzalito, como le conocen, recuerda el sitio donde estuvo Martí antes de partir a lo eterno, recuerda a otros héroes y da números. Aplauden y Deivis da la orden de: “a sembrar”, los hombres y mujeres entran a los surcos húmedos, el fango se trepa a las botas de los más comunes obreros y a las de la secretaria del PCC en el territorio.
Songo-La Maya planea sembrar 60 hectáreas, es después de Contramaestre uno de los más importantes territorios tabacaleros de Santiago de Cuba. En Palmarejo ha habido problemas con los semilleros e insisten. La zona de Avilio Castro retoma fuerza, con las lluvias, la presa que había desaparecido ha vuelto, ya el panorama es otro, se suma entonces La Lombriz y campesinos como Deivis Rodríguez quienes apuntan a hacer de Songo-La Maya la tierra del tabaco, pero no como aquella novela de Erskine Caldwell, al contrario, un sitio de luz y verde esperanza.
“El tabaco lo pagan rápido” dice el campesino, “lo otro, a veces no”, y conocemos de meses sin pago por tropiezos de cooperativas, retenciones del banco y otras rarezas que lastran la cadena de productividad y le hacen difícil la estancia a estos campesinos en las lomas.
Hay en la finca autoridades municipales, la propia secretaria del Comité Municipal del Partido en el Territorio, Yudith Rodríguez ha trepado la cuesta, a pie, para presenciar la arrancada. Son cuatro hectáreas y el semillero está calificado como el mejor del territorio.
La tradición tabacalera había muerto en La Lombriz, narran campesinos locales: “No pagaban casi”, dice suspicaz Deivis. “Ahora es distinto” y cita a un campesino de Avilio Castro en el consejo popular de Yerba de Guinea que en su primera cosecha se compró una motocicleta.
Son historias con todo su peso, pero a la larga es también, el aporte a la economía local, el uno por ciento de lo obtenido por la empresa tabacalera pasa a beneficiar al pueblo.
Con el conocido como, “Uno por ciento”, se termina una sala de hemodiálisis en Songo-La Maya, se construyó una cremería, repararon calles y viviendas.
Es de mañana, el tabaco hay que sembrarlo antes que el sol sea más fuerte, mojan los surcos con un agua bombeada desde el caudaloso río de Jarahueca que tiene agua suficiente, soportaría absolutamente el crecimiento del tabaco.
Antes de comenzar la faena hablan algunos directivos: Gonzalo Pérez Ortiz, Gonzalito, como le conocen, recuerda el sitio donde estuvo Martí antes de partir a lo eterno, recuerda a otros héroes y da números. Aplauden y Deivis da la orden de: “a sembrar”, los hombres y mujeres entran a los surcos húmedos, el fango se trepa a las botas de los más comunes obreros y a las de la secretaria del PCC en el territorio.
Songo-La Maya planea sembrar 60 hectáreas, es después de Contramaestre uno de los más importantes territorios tabacaleros de Santiago de Cuba. En Palmarejo ha habido problemas con los semilleros e insisten. La zona de Avilio Castro retoma fuerza, con las lluvias, la presa que había desaparecido ha vuelto, ya el panorama es otro, se suma entonces La Lombriz y campesinos como Deivis Rodríguez quienes apuntan a hacer de Songo-La Maya la tierra del tabaco, pero no como aquella novela de Erskine Caldwell, al contrario, un sitio de luz y verde esperanza.
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