Plaza de la revolución

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miércoles, 12 de febrero de 2014

Un día aciago para el dictador Fulgencio Batista

Por Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba, 12 feb.— Día negro para el dictador Fulgencio Batista Zaldívar, aquel 12 de febrero de 1954, hace hoy 60 años, cuando en una visita que realizara al Presidio Modelo de Isla de Pinos, fue recibido por un coro de voces que entonaban la Marcha del 26 de Julio, himno de combate compuesto por el asaltante al cuartel de Bayamo, Agustín Díaz Cartaya, por encargo de Fidel antes de partir para los combates por la libertad de la patria.

Cuentan que el dictador al entrar en el presidio y escuchar las notas de la patriótica marcha entró en cólera y se retiró rápidamente de aquel lugar donde no esperaba un acto de agravio de esa naturaleza.

En esos momentos se encontraban en el mal llamado Presidio Modelo 31 asaltantes de los cuarteles Moncada y Céspedes que habían sido recluidos allí desde el mes de octubre de 1953, después de ser condenados en el juicio por la Causa 37, celebrado en Santiago de Cuba en septiembre de ese mismo año, y donde todos valientemente se declararon culpables por luchar por la libertad de la patria.

En la cárcel de Isla de Pinos los combatientes del 26 de Julio fueron internados en un pabellón destinado a los presos políticos, excepto el Doctor Fidel Castro, recluido en un  pabellón y celda aparte, con el objetivo de separarlo del resto de sus compañeros de lucha. En esas condiciones reconstruyó su alegato de autodefensa en la Causa 37, cuyos textos fueron sacados clandestinamente de la prisión y publicado de igual forma bajo el título: "La Historia Me Absolverá"

A pesar de la represión interna los 31 combatientes del 26 de Julio se organizaron sólidamente para la lucha posterior y crearon la Academia Ideológica "Abel Santamaría" y la Biblioteca "Raúl Gómez García", donde recibían instrucciones política, cultural e ideológica.

Si para el tirano Fulgencio Batista la del 12 de febrero de 1954 fue una fecha aciaga, para los combatientes de los cuarteles Moncada y Céspedes, esa fue una jornada de victoria, porque pusieron en ridículo al dictador y lo obligaron a escuchar la gloriosa Marcha del 26 de Julio, que termina dándole vivas a la Revolución.

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