No hay luz que ilumine más que aquella que se enciende ante el altar de los mártires de la patria
Por Margarita Piedra Cesar
Santiago de Cuba, 27 ene.—Y esta noche del 27 de enero serán millones las luces de las antorchas que todo un pueblo llevará en sus manos para expandir su abrazadora iluminación, por todos los caminos que conducen al recuerdo de nuestro Héroe Nacional José Martí, en el aniversario 165 de su natalicio.
La de esta noche será como la prolongación de aquella otra marcha de las antorchas de hace 65 años, cuando los jóvenes de la Generación del Centenario bajaron de la escalinata de la Universidad de La Habana para recorrer las calles de la capital, no por el solo hecho de la conmemoración martiana, sino porque sentían y vivían en doloroso trance que oscurecía los destinos de la patria y era necesario encender de nuevo la luz que la alumbrara.
Unos meses después, en la madrugada del 26 de julio de 1953, poco antes de la cita gloriosa con el Moncada, el Manifiesto a la Nación de aquella juventud que horas más tarde se inmolaría al pie de la tumba del Apóstol y proclamaría: “el 28 de enero nació un hombre luz”.
Desde entonces, no hubo más oscuridad porque la luz de ese hombre, no solo irradió destellos de esperanza por todas nuestras calles y espacios, sino que asaltó los muros que impedían a Cuba levantarse por siempre en busca de la libertad que él nos enseñó a conquistar hasta con los dientes si era preciso.
José Martí es hoy y será por siempre ese hombre luz de aquella marcha de las antorchas del día antes del centenario de su natalicio; es y será por siempre ese hombre luz que alumbró los muros del cuartel Moncada en la madrugada del 26 de julio de 1953; y es y será por siempre el hombre que nos traerá cada día la primera luz del sol cuando baja del Turquino, para iluminar la gloriosa isla en su eterna Revolución martiana con todos y para el bien de todos.
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